En un simple diálogo la cámara se sitúa delante del actor A que abre la puerta. Primer plano (PP) de este actor diciendo “¡Hola!”. Plano medio (PM) del actor B que ha llamado diciendo “Eres muy guapo”. PP de A que dice “¿Si?”. PP de B diciendo “Me gustas” y así sucesivamente en una sucesión de planos que ni siquiera corresponden al plano-contraplano de un diálogo cinematográficamente clásico. Esa planificación se hace exasperante. Si en actor se sitúa delante de un ordenado, o entabla una conversación por teléfono, entonces tenemos un plano que dura algo más y obtenemos un respiro. Y otra prueba de la incompetencia del director: el paso del tiempo viene dicho con un rótulo del día correspondiente sobre una pantalla en negro que hace de transición. El cine mudo utilizaba ese sistema y lo abandonó muy pronto porque se encontraron elementos cinematográficos más artísticos que el simple rótulo, para indicar el paso del tiempo, o lo que se entiende por elipsis. Parece que el director lo ha puesto todo en función del diálogo, que tampoco es tan cómico como para partirse de risa, ni tan dramático como para echarse a llorar, pero tan almibarado que podría hacer las delicias de los románticos empedernidos. También considera el director que algunos planos de torsos desnudos y un par de escenas de cama, pueden vender mejor la película, pero por autocensura o por otra razón, escasean. El guión es del propio protagonista y eso se nota en que siempre está presente en todos los planos. Insoportable.