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6
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August 1, 2014
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Por derecho propio, la saga "Sharknado" tiene visos de convertirse en una de las más prolíficas y apasionantes del mundo del celuloide. Su maestría y brillantez hacen que sea capaz de rivalizar codo con codo con otras grandes sagas como "El Padrino", "Indiana Jones", "Toy Story", o la más reciente "Crepúsculo". Si hay algo que las distingue del resto son, sin duda, las apasionantes historias que cuentan: la vida de una familia mafiosa, las aventuras de un famoso arqueólogo o la suave dentellada de un tiburón orbitando alrededor de un tornado son ya partes gloriosas y reconocibles del séptimo arte.
En concreto, esta secuela tiene un comienzo arrollador, con varios de los momentos más anfetamínicos de la película [1]. Una manera de dejar claras sus intenciones y de decir que en esta película vamos a por la presea. Por otra parte, no quiere jugar a engañar al espectador acerca de quién vive y quién muere. En cada momento se puede intuir perfectamente quién va a palmar; todo un detalle.
Es cierto que vista con ojos inmisericordes pueda parecer que se cometan errores, que se piense que haya planos que son repetidos y que ya se han visto, o que se hayan colado diversos gazapos, o que critique el desempeño de los actores o los efectos especiales. No es una película para ver con los ojos, es una película para ver con el corazón. Una película para emocionarse viendo como el pueblo estadounidense se levanta en armas una vez más contra el enemigo invasor como tantas otras veces hemos visto, ya sean terroristas, alienígenas o tiburones caídos del cielo. Una película para emocionarse mientras el protagonista doma un tiburón de una manera que ya quisieran en los rodeos americanos. Una película para emocionarse con la breve y no correspondida historia de amor interracial [2]. Una película para emocionarse mientras padre e hijo hacen que los tiburones odien el olor del napalm por las mañanas. Una película para adorar su escena final y aplaudir como monos en celo mientras no logras imaginar cómo se le ha podido ocurrir semejante genialidad al guionista [3].
En definitiva, una película para ver con ojos vidriosos.
En concreto, esta secuela tiene un comienzo arrollador, con varios de los momentos más anfetamínicos de la película [1]. Una manera de dejar claras sus intenciones y de decir que en esta película vamos a por la presea. Por otra parte, no quiere jugar a engañar al espectador acerca de quién vive y quién muere. En cada momento se puede intuir perfectamente quién va a palmar; todo un detalle.
Es cierto que vista con ojos inmisericordes pueda parecer que se cometan errores, que se piense que haya planos que son repetidos y que ya se han visto, o que se hayan colado diversos gazapos, o que critique el desempeño de los actores o los efectos especiales. No es una película para ver con los ojos, es una película para ver con el corazón. Una película para emocionarse viendo como el pueblo estadounidense se levanta en armas una vez más contra el enemigo invasor como tantas otras veces hemos visto, ya sean terroristas, alienígenas o tiburones caídos del cielo. Una película para emocionarse mientras el protagonista doma un tiburón de una manera que ya quisieran en los rodeos americanos. Una película para emocionarse con la breve y no correspondida historia de amor interracial [2]. Una película para emocionarse mientras padre e hijo hacen que los tiburones odien el olor del napalm por las mañanas. Una película para adorar su escena final y aplaudir como monos en celo mientras no logras imaginar cómo se le ha podido ocurrir semejante genialidad al guionista [3].
En definitiva, una película para ver con ojos vidriosos.
SPOILER ALERT: The rest of this review may contain important storyline details.
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Spoiler:
[1] La mujer del protagonista, agarrada a la puerta del avión para no salir volando, y el poli negro acercándose:
—¡Socorro, ayuda!
—¡Cuidado, un tiburón, tome mi pistola!
Y la mujer, desamparada, agarra la pistola, la cual no sale volando por la puerta por razones que no vienen al caso, y dispara al tiburón homicida que le devora el brazo.
(...)
[2] La muchacha negra y el protagonista, ojitos que se ponían, hasta que llega el momento sacrificio-dramático:
—Se ha soltado el cable. ¡Vuelve a conectarlo!
(...)
—¡Rápido, sal!
—(Rostro sufrido) El cable es corto, alguien tiene que quedarse.
—(Rosto imperturbable/pasota/a mí no me importa) Vale.
Y se da la vuelta sin lamentarlo mientras la electricidad ilumina el otrora cuerpo oscuro.
[3] Después de domar el tiburón y aterrizar sano y salvo, el protagonista saca un brazo de su boca, EL BRAZO QUE HABÍA PERDIDO SU MUJER, y recupera el anillo. Glorioso.
—¡Socorro, ayuda!
—¡Cuidado, un tiburón, tome mi pistola!
Y la mujer, desamparada, agarra la pistola, la cual no sale volando por la puerta por razones que no vienen al caso, y dispara al tiburón homicida que le devora el brazo.
(...)
[2] La muchacha negra y el protagonista, ojitos que se ponían, hasta que llega el momento sacrificio-dramático:
—Se ha soltado el cable. ¡Vuelve a conectarlo!
(...)
—¡Rápido, sal!
—(Rostro sufrido) El cable es corto, alguien tiene que quedarse.
—(Rosto imperturbable/pasota/a mí no me importa) Vale.
Y se da la vuelta sin lamentarlo mientras la electricidad ilumina el otrora cuerpo oscuro.
[3] Después de domar el tiburón y aterrizar sano y salvo, el protagonista saca un brazo de su boca, EL BRAZO QUE HABÍA PERDIDO SU MUJER, y recupera el anillo. Glorioso.