La mejor definición del cine de lo que es el amor de pareja la encontré por casualidad en este desconocido filme para las grandes masas. No en vano es cine independiente y ya cuenta casi con 20 años de edad. No mentiré, aún me faltan muchos dramas y muchas comedias románticas por ver con las que poder comparar, pero su sencillez, la ausencia de tópicos cansinos, de las típicas canciones de amor, de la típica introducción chica conoce chico o viceversa, del típico desarrollo en el que se topan con algún que otro problemilla para realizar su amor y del típico desenlace en el que ambos acaban felices y comiendo perdices, hacen de la cinta una definición verdadera original del amor hacia esa persona tan especial con la que compartirías a priori el resto de tu vida con tan solo conocerla en una noche.

Y sin embargo, todo sucede en esa noche. Esa noche mágica. Porque puede que al amanecer se lo lleve todo por delante, como un huracán arranca árboles y casas por igual.

Dudé entre un 8 (muy buena película) o un 9 (casi obra maestra, entre las mejores), y decidí dejarle el 9, seguramente influenciado (¡y quién no lo está!) por mi actual situación vital de desamor. La película supone para mí un gran canto al amor espontáneo y verdadero. Ese que sale de dentro, ese que va contra viento y marea. Ese que te engancha a esa persona irremediablamente, no sé si para siempre, pero, ¿quién necesita un para siempre cuando te olvidas de que existe un mañana?