No es un secreto, que El Padrino III ni se acerca al esplendor y perfección de las dos primeras. Películas que en muy poco tiempo adquirieron por derecho propio, la etiqueta de obras maestras.

Tampoco ayuda que el paso de la década de los 80 en Coppola, no fuera todo lo glorioso de su época dorada, los 70. Realizando ésta última secuela casi por encargo o por recuperar parte de su gloria.

Y si para rematar la faena, nos encontramos con la notoria ausencia de Robert Duvall, personaje que ayudaba a equilibrar el quicio que dominaba a Michael.

Nos encontramos con que El Padrino III no es una mala película, de hecho, su nota es de 7 u 8: es entretenida, nos sumerge en un Michael Corleone ya en su decadencia, diabético y hastiado del mundo criminal. Intentando resarcirse y recuperar todo aquello que perdió.

Hay escenas memorables como la del Vaticano o la misma secuencia final, pero luego hay otros personajes como el de Sofía Coppola, que dan grima o la poca acertada participación de Andy García, toda una estrella por aquella época.

Es una película que merece ser vista y que sólo palidece si se la compara con sus predecesoras. Después de ella vendría el último canto de cisne de Coppola: Drácula.