Una realización baratera y un guion ridículo hacen de la película una producción completamente olvidable, si no fuera por la presencia, como único aliciente, de Paul Newman (primera película), Virginia Mayo y Lorne Green. Los decorados minimalistas parecen de escenario teatral o, aun peor, de estudio de televisión. Esto tendría su gracia si la acción, los personajes y los diálogos tuvieran fuerza dramática para justificarlo. Pero no. Los romanos se comportan como vaqueros, la ex esclava, como una cabaretera y el mago prestidigitador, como un payaso. Las pocas secuencias en exteriores son propias de cualquier "spaghetti peplum" de la época. El "Cáliz de plata" parece una copa de final de evento deportivo. El desarrollo, excesivamente alargado, da la impresión de querer basarse en la existencia de las leyendas medievales de la búsqueda del "Santo Grial".. La puesta en escena, al estilo del teatro filmado, sin duda fue intencionada, con la finalidad de encubrir un bajo presupuesto. Lo malo es que, sin un buen dramaturgo detrás, el empeño se queda en un espantoso y absoluto fiasco.Un proyecto así sólo puede tener éxito con talentos al nivel de Orson Wells, Laurence Olivier o Kenneth Branagh (por poner unos ejemplos), aunque la sola comparación ya es insultante, puesto que tampoco podrían hacer nada sin un buen texto.