Una pareja explosiva más en el cine de Godard. Él: Ferdinand “Pierrot” Griffon (Jean-Paul Belmondo), ella: Marianne Renoir (Anna Karina). Ambos huyen para iniciar una nueva vida juntos, vida que será un idilio perfecto pero donde tendrán que cometer algunos crímenes para solventar sus gastos, por lo cual, pronto se convertirán en unos prófugos.

El sueño que tienen se transformará en una pesadilla de grandes proporciones, hasta llegar a un cierre realmente épico. Pero en medio de eso, en el desarrollo hay una lucha por vivir el día a día, buscar dinero, plata, carros, como esconderse, posteriormente sortear al enemigo, y Godard, fiel a su estilo mete el contexto histórico al mencionar la Guerra de Vietnam.

Todo el universo de este film de Godard se llena de su marca, hay un argumento, pero su formalización es todo menos convencional, la forma de encajar las piezas por parte del realizador borda la locura, la cuestión absurda se vuelve una constante que se acopla a la perfección con el relato.

El film al observarse desde el punto de vista de Pierrot, da como resultado quizá está construcción tan loca del guion, de dejar una vida burguesa acomodada a afrontar con una joven todos los desmanes propios de su decisión, con una femme fatale igual de bella que peligrosa, vemos y sentimos locura.

El gusto por el cine de este director puede variar en mayor o menor medida, sin embargo, lo que queda claro es que este irruptor de las normas de hacer cine (junto a sus compañeritos de la Nouvelle Vague) siempre es interesante y un completo desafío.