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Peter Gabriel 77 rating:
8
Drama Cagney is Danny Kenny, a truck driver who enters "the fight game" and Sheridan his former girlfriend, Peggy. While Danny is realizing success in the ring, he is blinded by acid on the boxing gloves of his opponent during a fight. When Danny attempts to get even with the gangster who was reponsible for for his blindness he is wounded. His former manager finances a newsstand for the now blind and handicapped Danny who uses his income to ... [+]
Language of the review:
  • es
March 12, 2010
21 of 22 users found this review helpful
Qué película tan especial, tan entrañable. No puedo más que compartir la euforia de mi compañero de barra en la licorería y su reivindicación del azúcar bien refinado. Qué placer reencontrarse con las viejas maneras cuando menos te lo esperas, en una película olvidada de la que nunca habías leído o escuchado. Una película con un ritmo endiablado, el viejo ritmo de los años 40 y 50 en Jolibud, de los artesanos del oficio. Un ritmo así es prácticamente impensable en una película de hoy en día. Se han perdido las viejas maneras, ya sabéis. Y hablamos de ritmo, eficacia narrativa y un buen dibujo de personajes, todo en uno. La primera media hora es todo un banquete en este sentido. Dirigida con pulso firme por Anatole Litvak, un tipo que nunca llegó a rodar ninguna obra maestra pero que jamás me ha decepcionado hasta ahora, y capitaneada por un fantástico Cagney, Cagney, ese coloso, flanqueado por un espléndido Anthony Quinn, prácticamente en su primer papel de cierta enjundia, que encarna aquí al malo maloso de la función y reluce como un par de zapatos nuevos, y Ann Sheridan, tan maravillosa como siempre. La película, de un romanticismo arrebatador, algunos dirán acartonado, yo digo arrebatador, otros dirán ñoño, yo digo "se te ha caído la pastilla de jabón", es una particular mezcolanza de drama romántico, pugilístico, con sombreados de cine negro y espíritu de musical. Un paseo nocturno por el bulevar de los sueños rotos que pasa por la calle de la ambición, sin duda uno de los lastres más pesados que puede acarrear un ser humano, encarnado en el personaje de Sheridan, y en la calle opuesta, Cagney, dando vida al tipo tranquilo, sencillo, y henchido de amor en el que uno se ve, o quisiera verse, irremediablemente reflejado. Una verdadera pena que el guión haga aguas en algún que otro momento y se pare a beber de los abrevaderos más habituales, por que la película no lo merece. Pero ésto acaba por ser pecata minuta, por que la sensación de triunfo y el canto al algodón de azúcar bien refinado que le hincha a uno el pecho cuando desfilan los créditos, y se percata de que algo se le ha metido en el ojo, esa sensación es la que perdura. Mi compañero de barra da con la palabra justa; enternecedora. Eso, o es que hoy he vuelto a tener uno de esos días.
Peter Gabriel 77
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