La película animada, adaptación de la de 2007, demuestra un poco que ni la animación en cine es zona acotada para el mundo Disney/Pixar o el manga japonés, ni el de superhéroes con actores de carne y hueso ha de ser más entretenido por imperativo legal. Hay más razones para sustentar a la Liga de la Justicia en esta obra de dibujos que en la última medio fallida puesta a punto de la Liga de superhombres de DC, de la mano de Zack Snyder. En poco más de la mitad de duración (ni hablemos de presupuesto), con menos focos y sin necesidad de condicionarlo a los requisitos de una colección de superestrellas y actores de reputado nombre, poco menos que se merienda cualquier vicisitud con que se encontrara Snyder.
Quizá la respuesta nos la dé la aparente sencillez de su argumento, exenta de presión mediática que a veces solo busca quedar a bien con todo el mundo, y la de su guerra particular por deslumbrar que mantienen con su némesis Marvel. No busca el impacto moral añadido, solo el aventurero; un poco a la vieja usanza. Y lo consigue. El enemigo, una mole venida del espacio exterior bautizada como Doomsday que va eliminando rivales a su paso, no deja huella pero sí la sensación de invencibilidad hasta para el propio hombre de acero, que al final es un poco de lo que se trata, la razón que venía a buscar y que logra sin tanta premiere de lujo.
Se juega un poquito por el camino con los sentimientos y con las incógnitas, desde la sombra perenne de Lex Luthor, para que el plato fuerte se convierta en virtuosas luchas épicas realizadas con el viejo estilo de la animación, con lápices de colores y mucha paciencia.

Debería dejar lo suficiente conforme a cualquiera que sea seguidor.