Película coreana dirigida por Bong Joon-ho que nos llega con la Palma de Oro de Cannes 2019 bajo el brazo. Quizá sea un ingenuo exceso por mi parte el ejercicio de interpretación que me persuaden a realizar las películas que contemplo. También se podrían ver como una historia sin más en las que todo se ofrece a la primera impresión del espectador. Entonces las películas quedarían relegadas a un sencillo acto de elección dentro de las polaridades más comunes, buena-mala, interesante-aburrida, lenta-ágil y así sucesivamente. La película de Bong Joon-ho quedaría empobrecida si la sometemos a estas meras valoraciones. Cuando la familia Ki inicia su asalto al poder y privilegios de la clase dominante, se nos muestra como unos pícaros de modales orientales decididos a engañar a una familia rica a la que las comodidades han convertido en estúpida. Una vez alcanzado el primer peldaño en su propósito de parasitar a sus empleadores, Bong Joon-ho es poseído por el espíritu de Buñuel: las clases obreras desfavorecidas no aportan otros valores diferentes y superiores en cuanto a convivencia que sus explotadores y se ensañan hasta la destrucción unos contra otros. Viridiana nos venía continuamente a la cabeza. Pero la ingenuidad de los pobres chocará contra el poder de las clases dominantes que acabará imponiéndose con el gasto de algunas muertes pero sin socavar la jerarquía social del desprecio. Una parábola política dura y desesperanzada.