La complejidad de 'Ghost in the Shell 2: Innocence' supera a la de su predecesora, y además, en el buen sentido. Mejor trabajada a nivel de guión, logra una historia de ciencia-ficción creíble y con un importante trasfondo acerca de la importancia de la humanidad frente a un mundo que se degrada por momentos en busca de una tecnología que lo solucione todo.

Pero no solo de complejidad argumental vive esta 'Innocence' (que ya es bastante), sino que su complejidad visual alcanza cotas impresionantes que se plasman con asombroso acierto y fascinación para el espectador, sobre la pantalla. El 3D es incluído en la animación tradicional 2D con tal eficacia que llega a superar a muchas películas posteriores que han contado con mejores técnicas, pero peor utilizadas.

El aspecto visual de este film es simplemente impresionante, con unos cuidadísimos detalles y grandeza que por momentos te hacen pensar que son planos reales.

La inquietante atmósfera (sobre todo en la parte final) va acompañada de la música de Kawai, que vuelve a acertar como ya hiciera en la primera parte, con un tema de fortísima personalidad que es una vuelta de tuerca al que ya hizo 9 años atrás, quizás incluso más rítmico y potente.

En definitiva, una secuela que no solo está a la altura de su original (una buena película) sino que la supera en estilo narrativo, argumento y por mucho, visualmente. Solo se echa en falta más presencia de la protagonista de la primera entrega, la Mayor Motoko Kusanagi.