Pocas sagas en la historia se han encontrado en la tesitura en la que se encuentra ahora mismo la saga de Star Wars. Adquirida por Disney, uno de los conglomerados audiovisuales más grandes del mundo, la franquicia parece haber entrado en una fase insólita en la historia del cine: proyectada hacia la satisfacción de sus seguidores.

Lo visto en el episodio VII y en esta entrega intermedia lo dejan claro. Todas las reivindicaciones de los fans durante décadas, espacialmente tras unas mayoritariamente insatisfactorias precuelas, estan siendo escuchadas. Lo que George Lucas nunca quiso atender es ahora prioritario para Disney, que si de algo sabe es de cine de entretenimiento.

Rogue One trae al fin lo que tantas veces los fans nos hemos preguntado "¿Qué ocurrió entre los episodios III y IV?". Y lo trae a lo grande. Lo que antes tenía que conformarse con ser una novela o un cómic escrita por un escritor de dudoso talento llega ahora en formato de superproducción. Un homenaje a una saga que llevaba 40 años esperando a cerrar su círculo.

Y es en ese trayecto de cierre donde nos encontramos una historia ante todo humana. La crueldad, la pasión y el compromiso moral llegan a Star Wars atronando bajo los cañones de blasters, naves y cañones. Sus personajes, mártires de una causa perdida, toman las riendas de una película que los villanos convierten en no apta para héroes. Escenas de acción y montones de guiños coronan a una película que va en crescendo hasta una parte final que, cerrando el círculo, nos enseña que dentro de la tragedia siempre hay esperanza y que una lucha no acaba hasta que se deja de luchar. Y lo mejor es pensar que esto es solo el principio de lo que está por venir en los próximos años.

Jamás pensé que diría esto, pero gracias, Disney. ¡Que la fuerza os acompañe!