Dicen que ir el campo ayuda a desconectar, pero a lo que no se suele aludir es si para desconectar del resto del mundo o de la pequeña parte del mundo, de tu mundo, a la que crees estar conectado a nivel emocional.
A veces las relaciones tóxicas emergen con mayor rapidez en el contexto de un escenario 100% natural y saludable... y por tanto, falto de atenuantes sociales externos.
A Helena (Vicky Luengo) e Iván (Pol López) no les hacen falta vecinos hostiles: de hecho los han cambiado por descorchadores de madera trabajándoles el bosque que hay en los alrededores de su masía (y no, que ni tienen malas intenciones con ellos ni van por ahí los tiros, que no revelaré)
Los únicos dedos en el ojo, hachazos (los verbales o literales) y hostias que corren aquí -bueno, hay para servir a todos- van asestándoselos principalmente Luengo y López con un intermitente (de partida) y virulento (a posteriori, conforme avanzamos) tira y afloja en el que, desde el minuto cero (cuándo y cómo reformamos, el medio de transporte, el exceso de confianzas), irá destapándoles la caja de los truenos en un presente y futuro común que parecía escrito para un anuncio de Casa Tarradellas.
Nunca pensé que me parecería tan zozobrante y a la vez estimulante ver cómo un paraíso natural -L'Alt Empordà- se expone a dos elementos contaminantes sin resentirse de su fuerza paisajística, lumínica y natural.
Otro debut prometedor, que parte de otra premisa lisérgica e imaginaria (de las que me monto a veces en la chola): ¿qué ocurriría si Oliver y Barbara Rose se metiesen en reformas protagonizando 'The Money Pit' (1986, Richard Benjamin) o, teniendo formalmente más en común, el segmento de 1991 en 'Bajo el sol' (2015, Dalibor Matanic)? Eso sí, aquí la guerra tiene un detonante menos terrenal: la explotación (de personas y la forestal) y las barreras sociolaborales.
A algunas relaciones, cuando les quitas la corteza de corcho a golpes, se quedan desnudas.