El relato narrado a continuación es verídico:

Un día (mejor dicho, una tarde) desperté víctima de una de las mayores resacas de las que he padecido (que ya es mucho decir). Tal era la magnitud que no podía ni levantarme de la cama. La tele, para mi desgracia, estaba encendida. A saber por qué. Esta película estaba siendo emitida y yo no podía ni encontrar el mando o, al menos, el cable de la tele para apagarla.

Fueron los 111 minutos (sin contar los anuncios) más largos y angustiosos de mi vida.