Probablemente no exista una experiencia más triste y complicada para el ser humano que estar desempleado por mucho tiempo y necesitar un trabajo, incluso más que estar enfermo. Sin embargo el mundo del cine en general no se ha ocupado de este problema con la proporción que merecía. Porque son muchos millones de personas en nuestro país en dicha situación, más de los que dicen las encuestas de población activa.

“Los lunes al sol” era por tanto una película necesaria y fue bienvenida a nuestra cinematografía como tenía que ser, con premios y aplausos.

Lo más destacado, como casi siempre en Aranoa, los diálogos de sus protagonistas, irónicos, realistas, punzantes, divertidos, amargos y comprometidos.

Su guión es muy metódico, pero no se nota en absoluto su “literatura” al tener unos actores que lo bordan y que hace que todo se vuelva muy fresco y natural.

Sin embargo Aranoa no ralla al mismo nivel que en “Barrio” porque comienza sus dos graves problemas: Se politiza ya demasiado, quiere resolver cuestiones económicas muy complejas en una tertulia de barra de bar –que son espléndidas por otra parte- y toma ya un desmedido partido por sus personajes señalando con el dedo a los culpables. Empresas, bancos, policías, Iglesia... son algunos de los objetivos de los dardos. Si en “Barrio” le costaba disparar –aunque alguna vez apuntase-, en “Los lunes al sol” apreta el gatillo, y de forma parcial salva a sus personajes, teniéndoles más cariño que en la anterior a pesar de no ser niños.

Y esto le terminará por salir mal a largo plazo, como ya ha pasado en sus películas posteriores. Además si en “Barrio” pretendía mostrar un trozo de la realidad, pero no sentar cátedra, aquí pretende crear un modelo, y esos personajes no los representan.
Desgraciadamente tengo muchos amigos de mi etapa universitaria, titulados, con excelente formación, idiomas, posgrados, etc... que no han conseguido encontrar trabajo o están en uno muy malo. Ese es el gran drama, que la generación de españoles mejor formados de la historia haya tenido tan pocas oportunidades y tan poca recompensa por su esfuerzo anterior.

Aranoa debió haber mostrado eso, y no a estos curentones o cincuentones, de escasa formación, que sufren la reconversión industrial. Esta película en los setenta o ochenta era perfecta. Ahora el mayor número de los que están jodidos no son ellos. Son treintañeros que viven en casa de sus padres, que no se han podido casar, que puede que nunca tengan hijos y que por supuesto no tienen un trabajo acorde a su formación.