Minnelli a sus anchas en la escenografía, coreografía, vestuario y dirección fotográfica (“La kermesse heroica”). Plena capacidad para elegir colaboradores y preparar al detalle el rodaje. En ese sentido, es destacable el colorido naïf que apunta a un ambiente de musical estilizado, teatralizado hasta la candidez, eliminando cualquier pretensión o visión clásica de piratas.

A través de un collage de fotogramas celofán y un Gene Kelly con un par de números muy logrados, redacta Minnelli una personal declaración de amor por el mundo de Broadway: colores imposibles, luminosidad que juega en el límite del ensueño y la fantasía de unos personajes de identidades camaleónicas. Vida como escenario, apología de la imaginación y el show por encima de cualquier otra consideración.

Quizás lastre el resultado final un guión algo timorato a la hora de plantear el enredo. Pero parece claro que Vincente estaba más por los detalles y la visión colorista y almizclada del mundo del espectáculo. Cuestión que cobra relevancia si de analizar esa visión como la perspectiva de un autor se trata. El enfoque de un mundo particular que habría de alimentar una filmografía.