Cuatro sacerdotes penan su privación de libertad, en un retiro vacacional en un tranquilo pueblo chileno, así comienza esta notable película. ¿Esa es su expiación? ¿Así es como la comunidad religiosa, pretende la redención de estos tipejos lamentables? Aunque suene a ficción, parece ser que así tratan de bien a los los sacerdotes, que se han salido del rebaño, o para ser más preciso a los que les han pillado o ha trascendido a parte de la opinión pública, sus hechos deplorables.

Larraín desasosiega en su planteamiento, la nebulosa, esa bruma o llovizna perenne, aumentan la pulsión hacia lo siniestro y sombrio (gran fotografía). Extraordinarios silencios, y dirección desasosegante. Ni siquiera el leve humor negro atenua la estética álgida del filme, frío, suciedad mental, falta de asunción de la culpa...

Fuerte crítica a una de las capas intocables de la sociedad, tocando donde duele, siendo cruel, metiendo el dedo en la herida, no sólo criticando a los estamentos eclesiásticos, sino criticando los recovecos del género humano. Buen filme, a Haneke le va a flipar, físicamente y mentalmente demoledora, sacudida y conmoción que te jode las visceras y mente, y también te abre un camino hacia la repulsa y mínima comprensión de estos seres nausabundos.

Bucea en el alma oscura del ser humano y eso hace que el filme sea de obligatoria visión, todo lo valiente, tiene su recompensa, te deja en shock, pero horas más tarde conoces más esta casta vividora, para odiarles más, y eso tranquiliza, la duda es peor. El final extraordinariamente desagradable y todavía no se si reparador o no.