Me niego a aceptar a Alexandre Ajá como el nuevo maestro del cine de terror, porque de ser así apaga y vámonos.
No hay mucho que decir de una película como ésta: argumento simple y lineal (ningún problema), gore a raudales (ésto ya me gusta menos), personajes imbéciles (típico y necesario en este tipo de películas, porque de actuar de manera racional el metraje apenas alcanzaría los 30 minutos) y final tramposo (no estoy de acuerdo y ahora diré porqué). Shyamalan en EL SEXTO SENTIDO y EL BOSQUE, Amenábar en LOS OTROS o Fincher en EL CLUB DE LA LUCHA coronaban sus películas con desenlaces tramposillos que redimensionaban toda la historia vista hasta entonces. Pero Ajá no hace eso en ALTA TENSIÓN porque su final es simple y llanamente malo. Los otros directores al menos tenían la delicadeza de no tratar al espectador como un imbécil dispuesto a tragar con cualquier cosa y diseminaban a lo largo del guión pequeñas pistas que, una vez hecha la segunda lectura del filme, le daban mayor coherencia a las escenas finales. Es decir, de repente todas las piezas del puzzle encajaban como por arte de magia. Es algo muy diferente a lo que hace el director francés con su película, cuya guinda sirve únicamente para invalidar todo lo visto hasta ese momento. La mayoría de las escenas que siguen a la irrupción del psicópata en la casa de campo (incluso una anterior que tiene como protagonista una cabeza utilizada de manera poco decorosa) no se sostienen por ningún sitio una vez revelado el secreto final. Sólo por eso ésta película ya merece ser mandada al limbo de los disparates cinematográficos del siglo XXI (francesa tenía que ser).