Me he visionado la segunda película de esta trilogía, por segunda vez (valga la redundancia) y he decidido hacer esta crítica como penitencia. Solo puedo alegar, pecador de mí, que soy un fan de los que vivieron el estreno de las películas iniciales de Star Wars cuando ya estaban vivos. Si a eso unimos la puñetera nostalgia, lacra de mi generación, por lo que se ve, pues ya tenemos el menú completo.
Hace un par de años, ¡ay, mísero de mí!, ¡ay, infelice! le casqué un nueve... ¿En qué estaba pensando, qué era lo que pasaba por mi cabeza? No lo sé, no soy capaz de comprender a mi otro yo de hace dos años. Entiendo que el hype era tal que cualquier cosa envuelta en las benditas estrellas era buena.
Pero la verdad es otra. La verdad es que la película es un refrito del refrito, una repetición de lo ya hecho, pero para colmo repitiéndose dentro de la misma trilogía varias veces... Un espanto, de verdad. Si tenéis como conocido a alguien que de cincuenta vueltas para llegar a un sitio, literal y figuradamente, alguien que cuente historias mil veces, siempre las mismas... Eso es esta película. Si además lo aderezamos con lo políticamente correcto de cada momento (feminismo, ponemos mujeres; chinos, pues chinos a kilos, y así hasta la náusea). Y lo del humor infantiloide, para otra ocasión.
Las situaciones imposibles, para mí de lo mejor de la película, imaginaros mi desesperación ante el resto.
Si Darth Vader levantara la cabeza...