Es una pena que anuncien la película como si fuera lo que no es. No es de sustos, no es terror en el sentido actual, es otra cosa. Por tanto mis condolencias a quien vaya a verla deseando saltar de la butaca cada dos por tres. La cuestión es ¿ Por qué en el cine nos dan miedo unos objetos que se mueven, un piano que toca solo y no el hambre, la soledad, la enfermedad, la muerte de los hijos ?.
De los miedos profundos o reales trata la película. Hasta no hace mucho el sentimiento y la interpretación mágico-religiosa de la vida no eran opción; el alimento dependía de la cosecha, de la caza; la supervivencia de la comunidad; la luz...de dos velas...
En ese contexto tan lejano al nuestro ( que vamos a pasar una tarde al cine ) es difícil experimentar lo que la película pretende que vivamos: miedo real. El terror de la vulnerabilidad humana, que ante el hambre, la soledad fuera de la comunidad, la pérdida de un hijo, la enfermedad , la incertidumbre absoluta; solo puede ser soportada con Dios, que es un Ser imprevisible e incomprensible. El cóctel lleva a la locura, más colectiva que individual: no puede ser de otra forma, y la película es maravillosa transmitiendo de forma visual, pausada y poética ese pavor que llevamos dentro y que hemos olvidado gracias a urbanizaciones, colegios, hospitales, supermercados y luz eléctrica.