Una buena década para las series. Iban al grano. Guiones sencillos y eficaces. También previsibles. Episodios autoconclusivos. Acción y fantasía. Algo de espionaje a lo Bond o a lo "Agente de CIPOL". Un trío de protagonistas, completamente asexuados. Tres agentes de una organización no gubernamental de seguridad -lo mismo que Michael Knight de "El coche fantástico"- adquieren superpoderes -telequinesia y cosas así discretitas- gracias a un enigmático y avanzado pueblo tibetano, muy al estilo de Shangri-La o de Ku'n-Lu'n del personaje Marvel "Puño de Hierro".

Sus misiones serán variopintas, desde enfrentarse a avispados ladrones de oro a proteger a dictadores sudamericanos. Aquí ya vemos esa relatividad en la ética política. No dejan que muera un dictador esperando que vuelva a su país y se haga con el poder, ya que los que hay ahora son peores. No piensan en instaurar una democracia. Otro caso flagrante es en la Antártida, donde detonan un montón de bombas nucleares para destruir una base enemiga, sin preocuparse del medio ambiente.

La serie se ve con gusto, aunque ese regusto juvenil la acerca más a productos como "El Equipo A". Son series entretenidas que disfrutaban mucho más los adolescentes.