Inteligente película, basada en una obra teatral de éxito. Cuatro personajes. ¡Pero como cunden con un buen guión y diálogos! El filme arranca con un misterio, relacionado con varios asesinatos y descuartizamientos en Barcelona, cuando cuatro amigos deciden ir a una escape room que le han recomendado a uno de ellos. A partir de ahí se irá liando cada vez más, con aspectos de ellos mismos que nadie creían que conocería. Unos personajes que parecen homenajear a los amigos humanos de Scooby Doo, donde tenemos a un pusilánime guaperas (el Fred de Scooby Doo) enamoradísimo de su (borde) novia independentista quizás de la CUP - todo ocurre en Barcelona en 2018- y que encajaría con Vilma, junto a otra pareja menos politizada, encarnada por Ivan Massagué, el trasunto de Shaggy, un director de cine pedante y sobrevalorado y su mujer, la protagonista de sus filmes y que correspondería a Daphne. Y como en la serie animada setentera de Scooby Doo, deberán analizar e interpretar pistas, descubrir pasadizos y rincones secretos. Aquí solo falta el perro Scooby Doo, aunque tenemos un malo de opereta muy en la línea de los de la serie animada.

La película es tremendamente divertida. Toca ciertos temas recientes de la sociedad catalana con desparpajo, riéndose de si mismos, lo cual siempre es de agradecer. La novia "cupaire" monopoliza ese revisionismo hacia la risa desenfadada- su artificioso lenguaje inclusivo, su intransigencia hacia determinadas opiniones o partidos políticos, su afición por llevar pines de lacitos amarillos en su bolso para repartir- aunque la peor parte se la llevarán la pareja de artistas. La aventura real, una hora, casi coincide con la fílmica, Quizás el final deja algo que desear, ya que hasta el momento todas las situaciones y humillaciones no tenían desperdicio.

Los cuatro intérpretes lo bordan y llenan la pantalla. Una dirección ágil y un buen montaje. Y una banda sonora que acentúa el misterio. Todo ello impide que te aburras. Magnífico filme. Denle una oportunidad.