Como si de un remix se tratase, o una versión alternativa del original cine de espías, Kingsman es una ingeniosa visión que invierte y pisotea los dogmas y estereotipos del género. Le da una vuelta de ciento ochenta grados a James Bond y sus parámetros identificables. Una película que es puro entretenimiento fresco y original.
Para ello, Vaughn no duda en dar protagonismo a un adolescente descaminado (buscando de esta forma cautivar a un potencial público llena salas) y usar como antítesis a un villano de lo más mundano y curioso (un negro amante del McDonald’s y de las pizzas grasientas); caricaturando el cine de espías, que para eso la obra está basada en un cómic transgresor.
Con unas escenas de acción analíticas y vibrantes (peor sin llegar a marear) la película posee un ritmo frenético durante todo el metraje desarrollado. Violencia asombrosa, brutalidad manifiesta y música recomendable. Superando con creces a cualquier imitación realizada con anterioridad. Mucho más allá que otra película de espías, porque esas son “otra clase de película”.