El epopéyico magín del largometraje Jasón y los Argonautas (1963) del británico Don Chaffey, quizás este su mayor resultado tras una cámara de cine, es una obra de extraordinaria reputación y fama con grandes cualidades para la industria cinematográfica. Sus mayores atributos, su epicidad fuera de lo normal y la imaginación que desborda el límite de lo fijado, formando así unas andanzas para todos los públicos. El mito de Jasón y la tripulación del Argo es ampliamente conocido, gracias en parte por la película de Chaffey, además de ser la historia más famosa de la mitología griega de un poema épico de Apolonio de Rodas, Argonáuticas. Beverley Cross y Jan Read son los autores de transformar el guion para el cine y los trucajes y creaciones en efectos especiales fueron de la mano de Ray Harryhausen. Esta excelente y vibrante película, causa en mí nostalgia y a la vez alegría, por escasez de producciones de este contexto y mi júbilo, porque en cierto modo este filme se puede percibir y es tangible de ser buen material. Ni mil palabras pueden describir lo que esta película supuso para el espectador en su día y ahora que han pasado más de sesenta años, sigue tan imperante como siempre y ofreciendo admiración por ella a raudales. La cinta no adolece ni tiene defectos, en mi libre opinión, pues goza de ser una obra del cine bien realizada en todas sus localizaciones y escenografías, como en sus laboriosos efectos de ilusionismo por parte del maestro Harryhausen y su stop motion. Si esperas un filme digno de echar un vistazo y respirar aventura en grandes dosis, embárcate con Jasón y los Argonautas en su viaje a la Cólquida sin demora.