Me encanta Bergman. Disfruto mucho sus películas. Me regocijo de su poesía visual, de sus -en muchos momentos- brillantes guiones y sus retorcidos argumentos. Pero en este caso, me voy a meter -y mal- con este monstruo sagrado del cine, llamado "El séptimo sello".

Aplausos por acá y por allá. Críticas de especialistas que eyacularon palabras rimbombantes acerca de la profundidad de esta película, de su "oscuridad y de su belleza" (David Parkinson). Adulaciones por doquier. Puntajes altísimos en todas las páginas de cine, etc.

Bien. Me resultó una gran decepción. Esperaba largos monólogos de Antonius (interpretado por Max von Sydow, quien, dicho sea de paso, apareció poco y nada, siendo tristemente reemplazado por la compañía de cómicos ambulantes -destaca la increíble belleza de Bibi Andersson-, una pareja de idiotas, conformada por un cornudo y una putona y algún otro insignificante personaje que ya olvidé) sobre la existencia del hombre y sus conflictos. Creí que me encontraría con excepcionales diatribas contra las miserias del ser humano en tiempos adversos, como el de la terrible peste negra que diezmó a Europa y Asia en el siglo XIV. Esperaba un film deliciosamente lento, lleno de filosas observaciones sobre la existencia de Dios, sobre las religiones en general, sobre las guerras... esperaba una fotografía deslumbrante... Pero nada de esto llegó.

Sacando dos o tres escenas, en donde sí hubo monólogos interesantes, el resto de la película naufraga en un montón de bufonadas payasescas, rayanas con la comedia, en divagues que nada tienen que ver con la supuesta trama principal.

Prometía un guión nutrido de profundas reflexiones, pero resultó ser una extravagante y exageradamente teatral tontería endiosada por tantos críticos-cordero, siempre tan reverentes y temerosos de confesar sus propias impresiones.