Yo diría que A.D. es una serie necesaria. EL mostrar en escena lo que hubo de ser la vida de los apóstoles de Jesucristo una vez éste fue al Cielo, y de manera realista y convincente, es un cierto alivio y un regalo para los verdaderos creyentes. Así sucede con esta serie, en la que lo mejor y, para mí, único interesante, son esas cotidianidades de los apóstoles del Señor, en su tarea evangelizadora, en medio de persecuciones y prodigios, para dar a entender que el Reino de Dios ya ha llegado a la tierra. Y esto sería la tercera parte de la serie, ya que el resto está relleno de intrigas palaciegas y farisaicas, lo cual a mi ya no me interesa lo más mínimo, pues está ahí para satisfacer el morbo del espectador impío, y nada tiene que ver con el Evangelio ni con el libro de los Hechos de los Apóstoles. El personaje de Pedro está muy bien interpretado, y las secuencias apostólicas son muy interesantes y agradables de ver. También destaco el divertidísimo personaje de Pablo, interpretado por un actor muy simpático. Enhorabuena a los productores. Ojalá sigan así.