Es un error comparar la trayectoria de un artista con su última obra. Es un error esperar que colme nuestras expectativas en función de su trabajo. Es un error porque nos debilita como espectadores. Y Kubrick (oh gran maestro), lo sabía.

De este modo no puedo mirar The box como si acabara de ser parida por Donnie Darko, o por el posterior trabajo de Kellis, que no he visto (pero que suena a bodrio para marihuaneros), o como si de una amalgama de ellos se tratase.

En cambio sí me apetece sacar un par de conclusiones. Este ser humano director de cine, entre otras cosas supongo, como amigo, hijo, novio, marido, etc., se nutre, en un principio, de obras escritas con anterioridad, preferiblemente cienciaficcionescas. Con The box parte de un relato corto, le da forma y remata a su aire, que para eso la peli es suya. Y bien, le sobra todo lo que el amigo Richard y sus buenas intenciones han sumado a lo ya existente. O sea, que te pires pandereta. Ya estaba bien como estaba, a este paso se te acabarán las oportunidades.

Si con Donnie rozaba lo sublime por muchos motivos, incluido el musical, aquí está a mil putas millas de rozar el aprobado.

Dentro de este masacrado género son contadas las pelis que llegan a molar un pelín y ésta no es una. No hacía falta volvernos locos con tanta tontería y desfachatez para hacernos pasar un ratín, que no pedimos otra cosa, coño. Ya tenemos a Tarkovski para flagelarnos la mente, y además nos mola.

Le doy un 3, que es navidad.