Slumdog Millionaire es la miseria convertida en un plato -apto- para todos los públicos. Eso de adaptar la tragedia de la pobreza a cualquier persona (desde la persona que pasa con su carro en un supermercado a la persona más entrenada en el cine) tiene su mérito. Pero lo que tiene más mérito -en sentido negativo- es que todos (habrá excepciones) hayamos caído en el come-cocos de Danny Boyle, ya que la primera vez que yo vi el film me pareció una gran película. Cuando reflexionas unos días después sobre la misma te das cuenta de lo que es: que nadie se engañe, Slumdog Millionaire no es el reflejo del drama en la India (vean Ciudad de Dios y entenderán de lo que hablo), si es verdad que muestra muchas de las penurias de ese país, pero no seriamente. De hecho, uno no entiende demasiado bien cual es el argumento, lo único sabemos es que utiliza un recurso más o menos original, y es que el hilo conductor es una adaptación del programa televisivo '¿Quieres ser Millonario?'. Ciertamente, la primera parte de la película es bastante entretenida (nunca conmovedora), los niños gozan de gran simpatía y la calidad es ascendente. Sin embargo, una vez que los protagonistas se hacen mayores la película se convierte en un tópico que rompe totalmente con la exposición anterior, e incluso comete el error garrafal de no mostrar como los protagonistas llegan a tener tal o cual actitud. Si esa primera parte es ascendente, la segunda parte es como hacer paracaidismo sin paracaídas, ya que tal caída (el final de la película) es catastrófica. No es necesario mostrar el drama de Ciudad de Dios, hay muchas maneras de contar una película, pero Slumdog Millionaire es la prueba perfecta de como el cine más pop, pastelero (asimilable a las canciones de Justin Bieber) pueden llegar a lo más alto de los premios más prestigiosos del cine.