David Trueba tiene la capacidad de hablar en persona durante un buen rato y dejar a todos los oyentes pendientes de cada palabra y sin un ápice de aburrimiento. Esa virtud, tan complicada de llevar a la práctica, se transmite a la gran pantalla en boca de los personajes, lo que convierte a "Vivir es fácil..." en una película muy sencilla y entretenida de ver.

Esa sencillez costumbrista es la característica principal de una película que goza de un guión completo, sin demasiadas fisuras, que define con maestría tanto a los personajes como al escenario en el que se desarrolla la acción, un paraje almeriense que tiene vida propia como destino final de un viaje cargado de simbolismo para cada uno de los protagonistas. Los diálogos se suceden con naturalidad y resultan creíbles en la vida cotidiana, lo cual ayuda a que el espectador se adentre en la historia y se sienta cómodo.

El alma de la película es un actor enorme, que le sienta como un guante a la película. Su actuación es espectacular como mentor improvisado de dos jóvenes que huyen hacia adelante sin saber lo que hay más allá. Este guía, por llamarlo de alguna manera, es complejo y vital, y alentado por la necesidad de encontrar a Lennon para hablar con él, encuentra la motivación que le falta, aquello por lo que merece la pena el sacrificio diario. Esta energía positiva se transmite durante toda su duración gracias a Cámara y a sus jóvenes compañeros de aventura, siempre dispuestos a una réplica en el momento adecuado.

Basada en una historia real en la que un profesor enseñaba inglés a sus alumnos entonando las letras de los Beatles allá en la década de los 60, es posible que sea algo intrascendente, pero tiene la habilidad de enganchar al espectador y que éste se quede mirando a la pantalla sin otra motivación que ver una buena historia sobre la vida con unos personajes muy bien definidos e interpretados.