A quienes les gusta el drama bien actuado, con libreto verosímil y con interpretaciones extraordinarias esta película —creo— les gustará mucho.

Robert Duvall, además de dirigir y protagonizar, es el responsable de un guión que sugiere mucho más de lo que dice y que desde el pique con apenas un par de pinceladas describe a cada uno de los personajes (protagónicos y secundarios) no bien aparecen en escena. Ya al inicio la primera escena muestra el destrato deshumano que un ranchero machista tiene con su hijo para a renglón seguido verlo tratar a una perra con el cariño propio de un padre amoroso... con los animales. Todo esto en los primeros 3 minutos, y así hasta el final esta película es una serie consecutiva de escenas y secuencias verdaderamente magistrales que retratan, con la excusa de resolver una desaparición, un ambiente de soledades, desamor y autoritarismo.

La mexicana Adriana Barraza tiene uno de los momentos de mayor intensidad dramática cuando su personaje recibe una respuesta final a su búsqueda. El clima es tan desbordante que todos los que participan (además de la Barraza el propio Duvall y James Franco) parecen estar improvisando la escena y la edición precisa da la sensación de que estamos viendo un documental.

En mi modesta opinión le sobran los 7 minutos finales, si hubiera terminado a las 1:36 horas de proyección, esta sería una obra perfecta; sin embargo la recomiendo calurosamente.