Hay que ser consecuente: no se puede poner a parir películas como "Gozu", "Izo" o las últimas de Godard y vanagloriar esta rayada pasada por demasiadas y diferentes sustancias ilegales.
Otra cosa muy diferente es el cine más atrevido de Buñuel, Cronenberg o Lynch. Simplemente me parece un cine demoledor cuyas intenciones entiendo y alabo.

Desde un arranque prometedor donde Jodorowsky da su peculiar y blasfema visión de la pasión de Cristo con imágenes metafóricas e impactantes, el filme se transforma en un sinsentido con una interminable y surrealista presentación de cada uno de los ¿dioses? de cada planeta del sistema solar, hasta rematar en una memorable paja mental apelando al metacine.

Aunque visualmente sea defendible, podría intentar narrar cada una de las aborrecibles secuencias teñidas de diferentes ritos religiosos o cultos, pero sería como contar y describir un inenarrable refrito de Gran Hermano con sus más ilustres freaks.
En definitiva, elegir el momento donde Jodorowsky pierde más el norte gracias al LSD resulta imposible a la par que tormentoso.

Lo mejor: su arranque con mención especial a la secuencia donde Jesucristo se encuentra rodeado de imitaciones en forma de maniquíes y comienza su peculiar terapia contra el estrés. Marilyn Manson se aprovecharía de dicha secuencia en su video clip “The dope show”.
También destaca la anécdota del ano de George Harrison, que declinó el invite de Jodorowsky para el papel principal por tener que enseñar el final de su conducto excretor. ¿Por qué no la haría? ¿Qué hacían los Beatles en el backstage? ¡Carmele, Lydia Lozano! ¡Tengo una exclusiva!

Tal vez con LSD y calimocho de garrafa hasta las cejas se disfrute más y mejor.