Más allá de su perfecto guión (todo un trabajo de relojería), mas allá de las bordadas interpretaciones de todos los actores (inmenso Albert Finney, como siempre) más allá de la fotografía preciosista y preciosa, más allá de los detalles argumentales que sorprenden pero no distraen y le dan un aire actualizado al género, más allá de esa maravillosa banda sonora de raices irlandesas que nos habla de una inocencia y de una forma de vida que conocieron los protagonistas pero que nunca recuperarán. Mas allá de todo eso, lo que destaca en esta película es la capacidad de la historia por hacernos ver esa terrible costumbre del ser humano de no querer hacer caso de su sentido común y de no querer aprender de esos errores que, en el fondo, quizás sean los que den sentido a nuestera vida y que no dejamos de repetir casi a diario.