Una anciana se halla en la cama tratando de conciliar el sueño. El fragor de una tormenta la ha desvelado: del exterior llega el rugido de los truenos, y unos terribles relámpagos iluminan la noche. De repente, suena el teléfono.

El episodio parte de una situación cotidiana, con esa mujer de avanzada edad sobrellevando la monotonía, subsistiendo gracias a los cuidados de su asistenta; luego evoluciona hacia el suspense, cuando algo fuera de la norma tiene lugar, esas llamadas nocturnas con ruido al fondo, un hecho que comienza por inquietar a la protagonista y que acaba helando la sangre a los espectadores; y culmina con un giro hacia el drama en forma de revelación, de develamiento del misterio, quizá lo más flojo del capítulo.

Sostenido por la fabulosa actuación de la siempre convincente Gladys Cooper, nos adentramos en el territorio de la imaginación, donde la sospecha crece paulatinamente hasta convencernos de lo imposible.

Richard Matheson es el amo y señor de la quinta temporada; suyas son las mejores entregas. La traslación a imágenes de uno de sus cuentos corre a cargo de Jacques Tourneur, quien dirige con sabiduría, dotando de una atmósfera lúgubre a esta magnífica historia de terror.

La única diferencia respecto al relato original llega con el cambio de tono del último tercio, un cambio en mi opinión equivocado, pues cuantas menos explicaciones se den sobre una trama más efectiva resulta. De cualquier modo, cuando el episodio se propone aterrar vaya si lo consigue.

“La emoción más antigua y poderosa de la humanidad es el miedo, y la clase más antigua y poderosa de miedo es el miedo a lo desconocido”. Palabra de Lovecraft.