Se le podría haber puesto varios títulos a esta crítica. Pero el guión y la dirección por parte de Spike Jonze sólo invita a trarlo como un magnífico y acertado visionario por su idea de hacia dónde nos dirigimos social y emocionalmente de la mano de los avances tecnológicos e informáticos.

Nos encontramos en un futuro no muy lejano en el que Theodore (Joaquin Phoenix), un hombre solitario pero con un interior profundamente sentimental está a punto de divorciarse de la que considera la mujer de su vida. Dentro del vacío que le supone esa situación, un día decide comprar un nuevo sistema operativo basado en una inteligencia artificial con una caracterización casi cercana a una conciencia humana. A partir de ahí, empieza todo.

La película te introduce en un contexto en el que el avance tecnológico es aceptado por la sociedad. Pero al mismo tiempo, te reta a un dilema interior sobre hasta qué punto la tecnología puede llegar a sustituir a un alma con sentimientos de tristeza, alegría , curiosidad, cuerpo físico…

Me gustó muchísimo la visión del futuro de Spike Jonze: el trabajo de Theodore (que me pareció un puntazo brutal), los videojuegos, los ordenadores, la gente andando por la calle con las cabezas agachadas y sin relacionarse con nadie que no fuera nada un móvil (¿te suena de algo?) o también la actitud abierta de la sociedad frente a los avances tecnológicos.

Pero lo que me gustó por encima de todo fue la MAGNÍFICA ACTUACIÓN de Joaquin Phoenix: es inseguro, triste, melancólico, alegre, eufórico, enfadado, sorprendido, etc.. y la verdad es que borda cada uno de ellos.

Importante apuntar que no es una película para todos los públicos. A algunos les parecerá una película “rara”. Pero creo que a la gran mayoría, una obra única.

Sin duda alguna, merecidísimo Óscar 2014 al Mejor Guión Original.