Una magistral defensa del desgarro vital que marca a unos protagonistas hasta el punto de destruirlos en su totalidad hasta llegar a la negación del propio raciocinio vital. No escatimó Constantin Popescu en sus planos secuencia y estáticos para focalizar la etérea y momentánea eventualidad de nuestras vidas, de cómo podemos descompensar las circunstancias y destruir la vitalidad que nos mueve para deconstruir la negación del 'yo interior'. Toda la fuerza de los protagonistas se va autodestruyendo, convirtiendo en hastío negacional, vemos paso a paso las fases de ese proceso aniquilador que arrasa con toda intencionalidad de continuismo y se centra en la búsqueda de respuestas, con resultados fatales. El pausado desarrollo de sus acciones ejemplifica con dignidad la ausencia de necesidades subyacentes de sus protagonistas y a pesar de la distinción de formas en sus elecciones, Bogdan Dumitrache se erige como la parte visceral que sin entenderlo explota el lado más irracional de su interior. Búsqueda, hastío vital, incomprensión y desgarro son los 'leit motiv' que pueden llegar a explicar que no comprender ni compadecer lo que el director desentraña con delicadeza. Música, fotografía e iluminación complementan ese paso de la luz de la felicidad inicial al oscurantismo final, ese paso inverso de sentimientos que dramatiza con las herramientas técnicas que ofrece el medio.