La exquisitez del guión, la magnificencia de las interpretaciones y la calidad formal hacen de esta película, de empacado perfecto, una pequeña gran historia... pero ahí puede radicar la incompleta saciedad del espectador. Sin esa posible circunstancia, Meryl Streep y Tom Hanks llenan la historia, acaban y cierran sus personalidades en una simbiosis de necesidades interpretativas. La gestualidad de sus acciones invocan la comunicación con el espectador más allá de las palabras y de los hechos. Sus dudas son nuestras dudas y sus logros los nuestros. Ese poder está a la altura de muy pocos. Los diálogos, creíbles, con desazón en sus circunstancias, con fuerza en los tensos momentos conforman un alarde de calidad e inspiración. La ambientación, la fotografía y la creación de las atmósferas adecuadas nos trasladan a la época y al momento exacto. No podemos más que resaltar que muchas pequeñas decisiones son actos heroicos del día a día sin que los titulares o cabeceras abran con nuestras circunstancias.