Es desde mi modo de ver una de las mejores películas de Woody Allen que no sólo dirige magistralmente este drama-tragedia romántica, sino que con un guión de su misma autoría, hace un análisis descarnado y crudo de los límites a que puede llevar la ambición.

En la obra, Chris Wilton (Jonathan Rhys Meyers), un profesor de tenis de escasos recursos y enorme codicia, merced a su amistad con el ricachón Tom Hewett (Mattew Goode) se introduce en la alta sociedad británica, lo cual que seduce a su hermana Chloe (Emily Mortimer). Tom sale con la esplendorosa muchacha norteamericana Nola Rice (Johansson) y Chris se encapricha de ella también. A partir de aquí los acontecimientos se precipitan con la ambición de Chris como estandarte y las líneas rojas saltando por los aires.

Película que va llevando al espectador de la mano por un mundo de pasiones y relaciones interesadas, para introducirlo en un laberinto sórdido donde el ansia de ascenso social del protagonista, produce en la sala de butacas una turbación ‘in crescendo’, en la cual va a suceder de todo y nada bueno.

Grandes interpretaciones de Jonathan Rhys Meyers muy acertado en su rol de ambicioso sociópata; Sacarlett Johanson tan preciosa como excelente actriz; o una estupenda Emily Mortimer. Acompaña un elenco sensacional.

Película, en fin, compleja, muy bien narrada, con intrincadas reflexiones sobre la moral y la condición humana, un relato que atrapa. Allen le da a esta película una importante carga trágica, lúcida y afilada. Además, resulta inquietantemente entretenida, interesante y genial.