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Sansho rating:
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7.8
13,358
Romance. Drama
A man returns to the village where he was raised to help his mother arrange his father's funeral in this romantic drama about the courtship of his parents and the value of tradition and devotion. Upon his return to the village of Sanheutun, Luo Yusheng (Sun Honglei) finds his aging mother seized with grief over the death of her husband. She insists that her son help her arrange a traditional funeral for his father in which the villagers ... [+]
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- es
August 9, 2010
2 of 2 users found this review helpful
Aunque últimamente sea más conocido por sus muy comerciales, espectaculares y superbarrocos films de acción y luchas de espadachines, hubo un tiempo en el que Zhang Yimou no era aún productor de sus propias películas y se dedicaba principalmente a dirigir films cuyas materias primas principales eran los sentimientos y emociones del ser humano y cuya puesta en escena mostraba una sensibilidad, claridad expositiva y dominio de los resortes narrativos de la imagen en movimiento fuera de lo común. Muchas veces al borde del esteticismo manierista pero sin llegar a caer en él (opción que pareció convertirse en obligación a partir de Hero), Yimou conseguía dotar a sus películas de un poderío visual y de una carga lírica y emotiva excepcional.
Tal vez El Camino a Casa sea la última cronológicamente de las grandes películas "clásicas" de Yimou, y se podría situar entre sus obras maestras junto a Sorgo Rojo, La Linterna Roja y Vivir. Lo más excepcional de esta película, rodada con un presupuesto de batalla y sin grandes actores conocidos (Zhang Ziyi era por entonces una novata de la interpretación), es su increíble capacidad de trascender un guión no especialmente magistral y con una clara tendencia al tópico (los diálogos no son precisamente memorables) con una puesta en escena arrolladora que consigue transformar secuencias simples y en algunos casos hasta algo ridículas vistas sobre el papel en auténticos momentos mágicos capaces de expresar y hacer sentir al espectador como si fuera la primera vez en la vida esa emoción tan compleja y esquiva llamada "amor".
Es difícil no emocionarse o soltar alguna furtiva lágrima viendo esta película, repleta de escenas y momentos memorables. Estamos ante uno de los más sencillos y sinceros retratos en imágenes del amor y de la dignidad humana.
Tal vez El Camino a Casa sea la última cronológicamente de las grandes películas "clásicas" de Yimou, y se podría situar entre sus obras maestras junto a Sorgo Rojo, La Linterna Roja y Vivir. Lo más excepcional de esta película, rodada con un presupuesto de batalla y sin grandes actores conocidos (Zhang Ziyi era por entonces una novata de la interpretación), es su increíble capacidad de trascender un guión no especialmente magistral y con una clara tendencia al tópico (los diálogos no son precisamente memorables) con una puesta en escena arrolladora que consigue transformar secuencias simples y en algunos casos hasta algo ridículas vistas sobre el papel en auténticos momentos mágicos capaces de expresar y hacer sentir al espectador como si fuera la primera vez en la vida esa emoción tan compleja y esquiva llamada "amor".
Es difícil no emocionarse o soltar alguna furtiva lágrima viendo esta película, repleta de escenas y momentos memorables. Estamos ante uno de los más sencillos y sinceros retratos en imágenes del amor y de la dignidad humana.
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Spoiler:
Si tomamos como argumento el enamoramiento a primera vista, ingenuo y naïf, de una joven pueblerina por el nuevo maestro de su aldea, las estrategias que ésta urde para llamar su atención, las dificultades que ambos encuentran para avanzar en su relación sentimental (la primera basada en el amor en un entorno enormemente patriarcal), la perseverancia casi suicida de la joven por volver a ver a su amor perdido y el encuentro final de ambos enamorados, liberados de sus impedimentos, nos podría salir perfectamente una novela rosa de kiosko escrita por Corín Tellado. ¡Si incluso la historia la cuenta el hijo de ambos enamorados tras el fallecimiento de su padre!
Pero El Camino a Casa cuenta con dos ases en la manga: primero, un subtexto narrativo basado en la fascinación y el respeto por la sabiduría, la cultura, la educación y la dignidad humana que lleva a que unas personas sean capaces de llevar (gratis) bajo la nieve, a pie y por un camino rural el ataúd de un maestro fallecido en una de las escenas más impresionantes del film.
Y en segundo lugar, la fabulosa capacidad de Zhang Yimou para elevar dramática y sentimentalmente mediante el uso de los elementos de la puesta en escena, incluyendo una soberbia banda sonora (aunque algo repetitiva), cualquier simple momento narrativo a un nivel emotivo superior y simbólico: desde la reparación de un cuenco roto o la vista de un simple camino rural, hasta el búsqueda (y recuperación) de un pasador perdido, pasando por las interminables carreras por el campo y la espera de su amado bajo la nieve de una joven enamorada, las lecciones orales de un profesor de pueblo, la obsesión de una anciana por tejer una tela y recuperar una tradición en desuso, o el (supuesto) despiste de una joven enamorada al dejar una cesta en el suelo al paso de su amado.
Utilizando tanto el blanco y negro (narración del gris presente) como el color (flashback del bello pasado), Yimou da toda una lección de dirección cinematográfica con elementos dramáticos mínimos. Y es que El Camino a Casa es una de aquellas películas que, contada, no parece gran cosa: hay que verla para ser capaz de captar todas sus virtudes.
Baste decir que los dos protagonistas de esta inolvidable historia de amor no llegan a tocarse nunca durante toda la narración.
Pero El Camino a Casa cuenta con dos ases en la manga: primero, un subtexto narrativo basado en la fascinación y el respeto por la sabiduría, la cultura, la educación y la dignidad humana que lleva a que unas personas sean capaces de llevar (gratis) bajo la nieve, a pie y por un camino rural el ataúd de un maestro fallecido en una de las escenas más impresionantes del film.
Y en segundo lugar, la fabulosa capacidad de Zhang Yimou para elevar dramática y sentimentalmente mediante el uso de los elementos de la puesta en escena, incluyendo una soberbia banda sonora (aunque algo repetitiva), cualquier simple momento narrativo a un nivel emotivo superior y simbólico: desde la reparación de un cuenco roto o la vista de un simple camino rural, hasta el búsqueda (y recuperación) de un pasador perdido, pasando por las interminables carreras por el campo y la espera de su amado bajo la nieve de una joven enamorada, las lecciones orales de un profesor de pueblo, la obsesión de una anciana por tejer una tela y recuperar una tradición en desuso, o el (supuesto) despiste de una joven enamorada al dejar una cesta en el suelo al paso de su amado.
Utilizando tanto el blanco y negro (narración del gris presente) como el color (flashback del bello pasado), Yimou da toda una lección de dirección cinematográfica con elementos dramáticos mínimos. Y es que El Camino a Casa es una de aquellas películas que, contada, no parece gran cosa: hay que verla para ser capaz de captar todas sus virtudes.
Baste decir que los dos protagonistas de esta inolvidable historia de amor no llegan a tocarse nunca durante toda la narración.