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VALDEMAR rating:
10
Comedy In a small spanish town, a group of old ladies decide to celebrate Christmas Eve with a "Sit a poor man at your table" dinner: each wealthy household of the town will have a homeless person dining with them that night. The celebrations also include a parade, and in it we find Plácido, the humble owner of a three-wheeler, whose family is forced to live in a public lavatory because of the lack of money to pay the rent, and who has to pay ... [+]
Language of the review:
  • es
April 21, 2009
38 of 44 users found this review helpful
Si yo fuese programador de televisión, cada Nochebuena mi cadena emitiría PLÁCIDO.
Ninguna otra película refleja tan bien lo que es el espíritu navideño, y que no se me mosqueé nadie. Porque el que es bueno, generoso y caritativo, ha de serlo todo el año… el que sólo lo es a toque de corneta y para que le vean sus vecinos, supongo que poseerá un gran espíritu de éstos.
No sé en qué momento la Navidad pasó de ser una celebración religiosa a un carnaval depravado. Depravado, sí. Un despropósito consumista cargado de buenas intenciones de palo y absolutamente insufrible y fagocitante para el que pretenda prescindir de él. La Navidad apesta. PLÁCIDO lo refleja tan honestamente, con toda su mala baba, su humor negro y su feroz crítica a la hipocresía humana, que para mí se convierte en la mejor película navideña de todos los tiempos.
Mi tolerancia a ver a anormales regordetes de barba blanca postiza que dicen jo, jo, jo, cada vez es menor, hasta el punto de que la próxima navidad me veo comprando un revólver para dispararle a la tele, o al balcón de los vecinos, que ahora la gente gusta de colgar al anormal de sus terrazas… qué asco. La Navidad no es entrañable. Entrañable era ver a los Reyes Magos siguiendo a la estrella de oriente hasta encontrar al niño Jesús y entregarle sus regalos. Pero esto pasó de moda. Me estoy yendo por las ramas.

Volviendo a PLÁCIDO, no sólo poseé un guión maestro, si no que también es el cúlmen de los planos secuencia Berlanganianos… magníficos en su ejecución, en los que el realizador hace una pirueta, el más difícil todavía, y decide incorporar en uno de ellos un tren. UN TREN, de los de la época, claro. Esto es, si un actor se equivoca o algo falla, pues todo el mundo vuelve a su marca inicial y se empieza a rodar de nuevo…pero ¿cómo se hace eso con un tren? ¿Que eche pa' tras y vuelva a entrar cuando le toque hablar al actor que va subido en él?.. Sencillo no parece.
Tanta perfección se subraya con el gran reparto, del que destaco a un joven Luis Ciges, haciendo de pobre que se pone morao, y a un entrañable Manuel Alexandre. Este hombre sí que debería de ser un icono navideño. Sin intención de desmerecer a James Stewart, yo pondría a Alexandre de protagonista de Qué bello es vivir… sería una delicia, pero como esto no es posible, elijo la peli de Berlanga por encima de la Capra como la mejor película navideña de la historia, entre otras cosas, porque resulta mucho más actual e irremediablemente menos ñoña.

Y para concluir, Berlanga cierra con un villancico, el único con una letra coherente de toda la historia de los villancicos: “En este mundo no hay caridad, ni nunca la ha habido, ni nunca la habrá”
VALDEMAR
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