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VALDEMAR rating:
6
Mystery While investigating the death of a local union leader, an ambitious young reporter (Sally Field as Megan) becomes involved in a dangerous triangle of love, deceit, and national espionage. After all story leads fall through, shady government agent Rosen cajoles Megan into befriending financier, Gallagher (Paul Newman), a man with filial ties to the Mafia. Becoming Gallagher's confidant, Megan conducts a secret investigation of his life ... [+]
Language of the review:
  • es
May 20, 2015
26 of 33 users found this review helpful
Esta peli tiene un detalle que, personalmente, he echado mucho de menos siempre en otras pelis y me ha gustado encontrar aquí. Me explico:

El prota es Paul Newman. Lo que significa que cada vez que su personaje entra en un despacho, o en el autobús, o va por la calle, o pide un café en un bar, el que hace eso en realidad es Paul Newman. Pensemos en esto un momento…
Resulta que en las pelis de Paul Newman se suele obviar constantemente que el que hace todas esas cosas cotidianas es Paul Newman. Así que el tío va de aquí para allá sin que nadie se le desmaye ni nada, y no cuela. Porque tener delante a un Paul Newman es como tener delante a un unicornio, o a un dragón. Algo fabuloso y hermoso que pensabas que no existía porque no lo habías visto antes en tu pajorela vida y cuyo encontronazo súbito tiene que, como poco, llamar la atención.

Sydney Pollack, sin embargo, consciente de la indefectible e inusual belleza subyugante de su actor protagonista, decide no pasarla por alto y ser honesto con el espectador. Así pues, Sally Field está trabajando en su puesto de oficinista cuando el bello Paul se arrima a su mesa, y al levantar la vista, de la impresión, se le cae el café, que se desparrama por encima de los papeles, liándole un pifostio tremendo. Al intentar solucionar aquello, con una cara de lerda de no te menées, se pone a limpiar los documentos manchados usando los que todavía estaban limpios, y los pringa todos de café, dejándolos hechos un asquito, y termina arrebuñándolos en plan pelota y abrazándolos contra su pecho. Y así, muda, ojiplática, con la blusa pringada y la boca abierta, se queda mirando al bello, como no dando crédito a lo que ven sus ojos. Coño, lo normal.

Tras conseguir este momento de tan singular autenticidad, al buen Sydney le da por intentar que nos creamos que entre sus protas surge una chispita, con su correspondiente encuentro carnal… y ahí el hombre patina. ¡Que estamos hablando de Butch Cassidy y la madre de Forrest Gump! Por dios, qué ignominia, Sydney Pollack.
VALDEMAR
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