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Ghibliano rating:
9
8.0
70,758
Animation. Fantasy. Adventure
A prince is infected with an incurable disease by a possessed boar/god. He is to die unless he can find a cure to rid the curse from his body. It seems that his only hope is to travel to the far east. When he arrives to get help from the deer god, he finds himself in the middle of a battle between the animal inhabitants of the forest and an iron mining town that is exploiting and killing the forest. Leading the forest animals in the ... [+]
Language of the review:
- es
March 20, 2010
23 of 26 users found this review helpful
Ésta es mi segunda crítica sobre la película. En la anterior incidía en el hecho de que fuera mi primer anime visto de forma más o menos seria, y claro, al final me centré en la anécdota y dije más bien poco de ella.
“La princesa Mononoke” es una de mis tres películas favoritas del Studio Ghibli, y eso es sinónimo de obra maestra. Poca cosa podría destacar del lado negativo, tal vez que le cuesta arrancar la historia y que el final no termina de ser tan redondo como debería (por un detalle que comento en spoiler).
En cambio, sus aciertos, tanto técnicos como narrativos, son muy numerosos. Ésta es una de las obras en las que más se nota la filosofía de su autor; toda ella parece una especie de reivindicación definitiva del ideal conciliador que siempre ha acompañado a su filmografía.
Es un hecho que no se puede hablar de ecologismo en el cine sin nombrar a Hayao Miyazaki. Lleva treinta años diciendo lo mismo en sus películas y no ha tenido la necesidad de cambiar su mensaje, y eso es porque, por encima de planteamientos obvios sobre la destrucción de la naturaleza y sus consecuencias, entiende que detrás de cada personaje hay una historia, que los malos malísimos no existen en la vida real y que la redención es una pieza clave. Que el conflicto no puede acabar con un vencedor y un vencido, al contrario: se ha de recuperar el vínculo que une a ambos bandos, para que aprendan a convivir en paz.
En el caso de esta película, esto se hace completamente explícito en sus personajes. Lady Eboshi, por ejemplo, trata de destruir el bosque a toda costa, pero no lo hace porque odie al resto de seres vivos ni por despotismo sino sencillamente porque de esa manera pretende ayudar a los suyos a progresar. Detrás de su carcasa de mala de la película, está alguien que acoge a los leprosos de la ciudad y que hace funcionar su propio mundo ganándose la admiración de sus súbditos. En el otro bando tampoco es todo de color de rosa. Vemos cómo los animales y los dioses del bosque actúan movidos antes por una venganza ciega por el daño sufrido que por tratar de buscar una solución al conflicto. Su punto de vista está justificado y es fácil de entender, pero sus actuaciones, lejos de terminar con el problema, lo acrecentan aún más.
“Mononoke” no crea simpatías hacia un bando o hacia otro; eso sería contraproducente. En su lugar, presenta a un personaje como Ashitaka que se encuentra una situación tensa y una guerra a punto de declararse, que pasa un tiempo conociendo las motivaciones de ambos y que en todo momento aboga por la reconciliación y la convivencia. Parece bastante claro que Miyazaki quiere que veamos el conflicto en sus ojos, y que identifica su mensaje en él, aunque no por ello está exento de matices que revelan que su personalidad tiene ciertos defectos; el más evidente tal vez es el hecho de que, cuando se ve obligado a matar a alguien para defenderse, no parece mostrar demasiados remordimientos.
“La princesa Mononoke” es una de mis tres películas favoritas del Studio Ghibli, y eso es sinónimo de obra maestra. Poca cosa podría destacar del lado negativo, tal vez que le cuesta arrancar la historia y que el final no termina de ser tan redondo como debería (por un detalle que comento en spoiler).
En cambio, sus aciertos, tanto técnicos como narrativos, son muy numerosos. Ésta es una de las obras en las que más se nota la filosofía de su autor; toda ella parece una especie de reivindicación definitiva del ideal conciliador que siempre ha acompañado a su filmografía.
Es un hecho que no se puede hablar de ecologismo en el cine sin nombrar a Hayao Miyazaki. Lleva treinta años diciendo lo mismo en sus películas y no ha tenido la necesidad de cambiar su mensaje, y eso es porque, por encima de planteamientos obvios sobre la destrucción de la naturaleza y sus consecuencias, entiende que detrás de cada personaje hay una historia, que los malos malísimos no existen en la vida real y que la redención es una pieza clave. Que el conflicto no puede acabar con un vencedor y un vencido, al contrario: se ha de recuperar el vínculo que une a ambos bandos, para que aprendan a convivir en paz.
En el caso de esta película, esto se hace completamente explícito en sus personajes. Lady Eboshi, por ejemplo, trata de destruir el bosque a toda costa, pero no lo hace porque odie al resto de seres vivos ni por despotismo sino sencillamente porque de esa manera pretende ayudar a los suyos a progresar. Detrás de su carcasa de mala de la película, está alguien que acoge a los leprosos de la ciudad y que hace funcionar su propio mundo ganándose la admiración de sus súbditos. En el otro bando tampoco es todo de color de rosa. Vemos cómo los animales y los dioses del bosque actúan movidos antes por una venganza ciega por el daño sufrido que por tratar de buscar una solución al conflicto. Su punto de vista está justificado y es fácil de entender, pero sus actuaciones, lejos de terminar con el problema, lo acrecentan aún más.
“Mononoke” no crea simpatías hacia un bando o hacia otro; eso sería contraproducente. En su lugar, presenta a un personaje como Ashitaka que se encuentra una situación tensa y una guerra a punto de declararse, que pasa un tiempo conociendo las motivaciones de ambos y que en todo momento aboga por la reconciliación y la convivencia. Parece bastante claro que Miyazaki quiere que veamos el conflicto en sus ojos, y que identifica su mensaje en él, aunque no por ello está exento de matices que revelan que su personalidad tiene ciertos defectos; el más evidente tal vez es el hecho de que, cuando se ve obligado a matar a alguien para defenderse, no parece mostrar demasiados remordimientos.
SPOILER ALERT: The rest of this review may contain important storyline details.
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Spoiler:
La ambientación es toda una declaración de intenciones. Es una fábula medieval, pero en vez de perderse en luchas de samuráis y otros tópicos del género nos presenta a una mujer liderando un pueblo habitado por ex-prostitutas. Los personajes tampoco visten como bichos raros ni tienen peinados alocados, sino que adaptan su aspecto a la corriente estética del momento. Parece claro que Miyazaki quiere, si no un realismo exacto, sí personajes con una cierta credibilidad y autenticidad.
Y a nivel técnico se transmiten en cada instante tanto el tono épico de la película como su propia ideología. No sólo la animación llega a un nivel de detallismo que se puede encontrar en muy pocas películas, resaltando como ninguna la belleza de la naturaleza o recreando con precisión el día a día de una ciudad industrial, además suena en el momento adecuado una acertadísima banda sonora de Joe Hisaishi que, a pesar de no ser su mejor repertorio (ese premio va para “El viaje de Chihiro”), logra adaptarse a la perfección a las imágenes que se muestran y subraya de forma muy efectiva la emoción de las escenas.
No he hablado todavía de la relación entre San y Ashitaka y es porque, a pesar de que está excelentemente escrita como el resto de la película, no la veo como uno de los aspectos más destacables de ésta. A pesar de eso, el enamoramiento es creíble y también lo es el tono misterioso que acompaña al personaje de San al principio. Sin embargo, falla hacia el final. Entiendo que se tengan que separar e ir por caminos distintos, e incluso acepto que pertenezcan a mundos y contextos diferentes, pero lo que no me cabe en la cabeza es que San guarde ese rencor hacia los humanos. Se podría haber buscado otro motivo, pero ese diálogo choca, por su tono falso e impostado y en cierto modo contrario a la filosofía de la película, con el resto, que sí, estaba lleno de frases grandilocuentes, pero eran creíbles en boca de los personajes. Este momento lastra ligeramente mis buenas sensaciones respecto a la misma y revela por enésima vez la dificultad de Miyazaki para dar un final adecuado a sus obras.
Y a nivel técnico se transmiten en cada instante tanto el tono épico de la película como su propia ideología. No sólo la animación llega a un nivel de detallismo que se puede encontrar en muy pocas películas, resaltando como ninguna la belleza de la naturaleza o recreando con precisión el día a día de una ciudad industrial, además suena en el momento adecuado una acertadísima banda sonora de Joe Hisaishi que, a pesar de no ser su mejor repertorio (ese premio va para “El viaje de Chihiro”), logra adaptarse a la perfección a las imágenes que se muestran y subraya de forma muy efectiva la emoción de las escenas.
No he hablado todavía de la relación entre San y Ashitaka y es porque, a pesar de que está excelentemente escrita como el resto de la película, no la veo como uno de los aspectos más destacables de ésta. A pesar de eso, el enamoramiento es creíble y también lo es el tono misterioso que acompaña al personaje de San al principio. Sin embargo, falla hacia el final. Entiendo que se tengan que separar e ir por caminos distintos, e incluso acepto que pertenezcan a mundos y contextos diferentes, pero lo que no me cabe en la cabeza es que San guarde ese rencor hacia los humanos. Se podría haber buscado otro motivo, pero ese diálogo choca, por su tono falso e impostado y en cierto modo contrario a la filosofía de la película, con el resto, que sí, estaba lleno de frases grandilocuentes, pero eran creíbles en boca de los personajes. Este momento lastra ligeramente mis buenas sensaciones respecto a la misma y revela por enésima vez la dificultad de Miyazaki para dar un final adecuado a sus obras.