Eso es «Robots»: un desperdicio que ni siquiera se utilizaría para reciclar. Aburrida desde el primer minuto, pesada en su desarrollo y mil vista en el planteamiento. La imaginación es cada vez más limitada, ¿qué nos pasa?

Nos pasa que estamos ya acomodados en un tipo de animación, del mismo modo que un tipo de Cine en general, con unos estándares inquebrantables por muy gastados que estén o muy mediocres que sean. A los niños se les está criando en la cultura de lo inmediato, de lo frenético, de la actividad permanente, del eslogan y del vocabulario facilón, mientras se les muestra un mundo de chistes e imitaciones de Britney Spears donde puedes alardear de que te has esforzado todo «un día», y los demás te jalean. Atrás quedan los clásicos valores de nobleza, humildad, constancia y buenos modales, principios que ya ni nos suenan.

Independientemente de esto que subyace a la trama, el argumento de «Robots» es de esos que no te interesan lo más mínimo y que hace que te desconectes a cada momento. El protagonista, Rodney, no tiene ningún carisma; su chica Cappy, no dice ni hace nada relevante, y el resto de personajes sólo están para crear bulto y formar una masa sin alma ni vida propia. El villano y sus planes malévolos no van a ninguna parte y las aventuras robóticas consisten principalmente en moverse mucho hacia todas partes y darse porrazos que no hacen gracia.

Otro producto animado que no quedará en nuestra memoria precisamente por sus virtudes. Basta ya, por favor, de más de lo mismo. Pobres chiquillos.