Ya me extrañaba a mí que «Perfectos desconocidos» fuese tan normal: no es una creación de Álex de la Iglesia sino una adaptación de una cinta italiana. Si hubiera sido suya la idea probablemente esta cena hubiera derivado en algún tipo de thriller entre la tragicomedia y lo delirante. Se nota un poco el origen italiano de la historia al plantear sin tantos tapujos ni buen rollismo la bruta sexualidad masculina, los roles masculinos y femeninos y la sutil e inconsciente intolerancia hacia la homosexualidad en la que las personas bienpensantes pueden incurrir sin proponérselo.

«Perfectos desconocidos» engancha de principio y a fin con sus secretos y mentiras a descubrir, todo además dentro de un único escenario, un piso en el centro de Madrid, donde Álex de la Iglesia es un experto en rodar. Aunque yo siempre estaba esperando que ocurriera algo muy De la Iglesia, olvídate, la película es un drama clásico en su fondo y una comedia negra en su forma. Ernesto Alterio me ha sorprendido para bien al desenvolverse con tanta gracia, su Antonio es realmente divertido, y el resto de actores están a buen nivel, incluido Eduardo Noriega, que al parecer ha aprendido a interpretar un poco más cuando se ha hecho mayor.

La historia quizá parte de una situación algo exagerada en la que en un grupo de siete personas todas tienen cosas bastantes serias que esconder y además que, sabiéndolo, accedan a jugar a la posibilidad de que se expongan todas tus vergüenzas. Por cierto que yo nunca haría esto de que los demás revisen mis mensajes o mis llamadas por el simple hecho de que estoy rompiendo, no ya mi intimidad, sino la intimidad de los otros, de los que no participan en la charada. Sea como sea, a partir de esos mensajes y llamadas se ira desvelando lo que cada invitado a la cena esconde y hará que todo salte por los aires, pero al parecer esto se ve como algo negativo, cuando a mí me parece que es lo mejor que les podría pasar. Estas personas están viviendo en la pura fantasía, ninguno es consciente de la realidad: nadie sabe qué siente o qué siente el otro, qué pasa en su familia, qué pasa en la vida de sus amigos, y de esta manera viven, bien amargados o bien en una felicidad condenada a destruirse en el futuro con más violencia que en el presente.

Es mejor afrontar la verdad, a la larga se agradece.