En "Sunshine", el séptimo largometraje cinematográfico de Danny Boyle, uno debe rendirse a la evidencia y constatar su principal error: Un guión, que aunque resulte suficientemente estimulante como para que la atención del espectador no decaiga a lo largo del film, posee múltiples desaciertos, ya sea dirigiéndonos a su parte donde la física queda totalmente descartada, o esos instantes donde algún que otro tópico hace mella en una trama digna como para terminar otorgando lo que, en un principio, prometía.
En cambio, también contiene algunos aciertos que otros intuirán como desatinos de Garland al desarrollar su guión, como esa típica aparición que, por típica que pueda parecer, sirve como vehículo para que el respetable siga pegado a la pantalla prestando la atención necesaria y, además, para que Boyle pueda desarrollar, como ya hizo en la genial "28 días después" esos instantes de incomodidad y desasosiego que tan bien sabe trabajar el cineasta inglés.

De todos modos, y dejando de lado ese progreso del relato, hay que destacar ante todo la enorme capacidad de Boyle en el momento de crear esa soberbia atmósfera que rodea su trabajo en todo momento y que obra como herramienta para que sus imágenes se tornen hipnóticas, palpitantes, imponentes.
Y para todo ello, se sirve de una banda sonora magnífica, totalmente ambiental y una de las mejores que servidor recuerda en un film de esta categoría, un tratamiento de la imagen, cuanto menos, notable, ya sea mediante esos sobresalientes efectos especiales de los que hace gala la cinta, o la construcción de cada una de sus imágenes, gracias a un uso de la iluminación y un temple en el momento de llevarlas a la pantalla exquisito.

Además de ello, Boyle no sólo es un tipo que sepa como manejar todos los elementos con los que cuenta, sino que también posee un gran ojo para escoger a cada uno de los intérpretes que darán vida a sus personajes, como aquí demuestra dando los papeles principales a un verdaderamente sorprendente Chris Evans y al siempre magnífico Cillian Murphy, que vuelve a estar acertadísimo.
Tras ellos, la sobriedad de Cliff Curtis, la seriedad de Michelle Yeoh y el buen trabajo de otros como Benedict Wong obran para que las interpretaciones se alcen como un pilar, sino importante, lo suficientemente básico como para ser tenido en cuenta.
Así, y tras esta, su última obra hasta el momento, Boyle vuelve a demostrar su talento, sabiendo generar un enorme climax, manejando a la perfección cada uno de los ingredientes que posee y dando vida a una nueva película que ofrecerá las piezas necesarias para que cualquier amante de la ciencia ficción quede mínimamente satisfecho.