127 horas, es la historia de la singular agonía de un aventurero, entre temerario y un poco friki, dispuesto a vivir las experiencias mas auténticas que el entorno natural le pueda proporcionar. Lo malo es que cuando la naturaleza te pone a prueba, la sensación de libertad y realización personal se ve truncada por una experiencia, que en ocasiones puede llegar a ser aterradora. Como es el caso de James Franco, que interpreta a Aaron Ralston; verdadero protagonista de esta historia, al quedar su brazo atrapado por una roca que quedó incrustada en una estrecha oquedad, durante más de 5 días en abril-mayo del 2003 en Robbers Roost, Utah.

La película transmite dos puntos de vista interesantes, que hacen que el espectador se pare a pensar en lo frágil que puede llegar a ser la vida por un golpe inesperado del destino.
Por un lado nos encontramos con un tramo inicial del filme, donde vemos a un Aaron Ralston que está deseando que llegue el fin de semana para salir corriendo con su coche a liberar su espíritu aventurero, que permanece encerrado durante la semana en una oficina gris y aburrida. Entonces es cuando el explorador incansable y adrenalínico se lanza a la aventura con su bicicleta de montaña, sus cuerdas de escalar y su mochila para perderse entre la naturaleza, deseoso de sentirse vivo, sin mas compañía que él mismo y sus planes de aventura para ese fin de semana.
Sin embargo, a veces las cosas no salen como pensamos y el intrépido Aaron Ralston ve como la naturaleza le pone a prueba en forma de desafortunado accidente. Y es que estando solo en un paraje solitario, desconectado del mundo y su bullicioso ruido estresante, es cuando el intrépido aventurero se da cuenta de lo frágil que puede ser la vida, si no se anda con un poco de cuidado.
Nuestro protagonista entiende rápidamente lo sucedido y lejos de perder la calma, se centra en el problema y trata de solucionarlo sin desanimarse. Excelente virtud que solo poseen aquellas personas acostumbradas a afrontar retos personales muy exigentes, como podrían ser: escaladores, alpinistas o amantes de los deportes extremos en general. Aaron Ralston es un ejemplo de ello. Escalador incansable, con una voluntad de hierro, se ve obligado a poner a prueba su resistencia física y mental para escapar de la muerte fortuita que le impone la naturaleza.