Correcta película biográfica. Ni sobra ni falta. De todo un poco, bien ordenado y contado.
Homenaje a la música de los cincuenta; época boyante de la industria en la que salían grupos como champiñones.
Encrucijada kitsch. Reino del falsete.
Antes de la llegada de los "autores" y la "conciencia" artística, cuando lo importante eran el juego y las letras infantiles, el triunfo de la melodía pegadiza y la alternancia de voces, te quiero, no me quieres, lloro, no me ames...
Como cantaba con infinita nostalgia Don McLean en su inmortal "American Pie".
Después de la Segunda Guerra Mundial, los "USA" gozaron de prosperidad y esperanza; acababan de ganar la guerra y se sentían poderosos, invencibles. Guardaban inocencia, creían formar parte de una nación elegida y virtuosa. Vietnam, todas las revueltas sociales, protestas estudiantiles, movimientos en lucha por los derechos, asesinatos constantes de líderes políticos, sociales y religiosos..., todo ese pandemónium les hizo despertar del sueño de la América virginal. Bueno, pues esta historia comienza en la época anterior a la caída; a través de la música se recuerda con cariño ese momento, se puede observar en el tono juvenil y candoroso, en la ternura y el cariño con el que se trata a los personajes. Es el mejor trozo.
Se ve con agrado e interés. Pero cansa, el tono monocorde y mansurrón acaba agotando. Va decayendo. Empieza con la fuerza de la adolescencia, pero cuando llegan los conflictos y la madurez tu paciencia está saturada; la historia pierde credibilidad, se estanca, incapaz de reflejar el cambio y la evolución, tanto histórica como la del grupo; es como si estuviesen encerrados en una obra teatral chata y aburrida, reiterativa y cansina. La mirada es arcaica y rutinaria; cine clásico viejuno e impostado, detenido en el tiempo, como si la realidad exterior no penetrase el velo viciado de lo añejo.
Actores pésimos y canciones pegadizas y brillantes pero demasiado coyunturales la mayoría; de calidad un tanto farragosa y gritona.
Guion amable que pasa de puntillas por casi todo. Se explican los problemas pero no se profundiza. Lo superficial se impone.
Dirección rutinaria, educada y monótona; elegancia anquilosada.