Los europeos o el ciclotrón, unidad de destino en lo particular.
En esta película se habla una especie de jerga madrileña castiza muy cheli, ese dialecto que el erudito filólogo Ramoncín resucitó recuperó rescató recopiló ordenó en su lejano ya día, propia del hampa lumpenproletariado todo junto que es una mezcla inspirada de Chiquitistaní, esa creación abismal del último gran genio de nuestro idioma, del glíglico cañí o quizás más guaraní y del Finnegans Wake irlandés tal vez, esa es, por lo tanto, su enorme aportación a la cultura occidental de nuestro tiempo sagrado, tan cierto.
La (broma o vodevil agujero de gusano) del hospital es mala y larga, la de la casa que se cae a pedazos es corta y buena casi como un contencioso administrativo a última hora a puerta gayola, y así la misma película, que no distingue entre lo mejor y lo peor, se lía con tu pelo un edredón de terciopelo, se hace un lío con la picha, lía entre tus labios a los míos, le dedica más atención o interés a una muela que a lo que importa, al cerdo de Landa y me refiero al animal, a él le tengo en un altar, le rezo cada día en la alborada, solos en la madrugada, que al mon petit Gómez Bur, a los médicos o al corre que te pillo que a Velázquez o a la física cuántica aceleradora de iones por poner un ejemplo sincero sin olvidarnos de la gritona guapa Concha (nunca de la lora ni llora) o de ciertas gracias jacarandosas o del sin igual Bódalo, un actor tan colosal que se te abren las carnes y no paras de hacerte cruces pensando en lo poco generalmente que fue utilizado por/en el cine patrio, nos hubiera cantado otro gallo.