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Ferdydurke rating:
7
6.0
12,961
Romance. Drama
Late 19th century, Russian high society. At the age of 18, demure and elegant socialite Anna Karenina (Keira Knightley) has been promised to marry senior statesman Count Alexei Alexandrovich Karenin (Jude Law). Her new husband is 20 years Anna's senior and although the young woman doesn't love her rather dull and unemotional spouse, she bears him a son. While at a ball, Anna finds herself attracted to a young, wealthy cavalry officer ... [+]
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- es
February 7, 2021
2 of 3 users found this review helpful
No habrá paz para los malvados. El tren. ¿Qué he hecho yo para merecer esto? La siega del heno. Taskent.
Deliciosa versión del clasicazo ruso. Ligera, hermosa, juguetona, tontorrona.
Desacraliza y se divierte, tantea y corrompe, es un acercamiento tan inteligente como libre; es sana una mirada irreverente cuando hablamos de obras demasiado visitadas.
Teatraliza, la vida como un inmenso vodevil o enorme cabaret de lujo o teatro de variedades, llena de puertas que se abren a otra dimensión y cierran a cal y canto la ilusión, de decorados, equívocos y muchas interpretaciones.
El amor, como todo lo demás, es muy especialmente un contrato social, solo tiene sentido dentro de la comunidad, si asume y respeta las reglas del juego o grupo, de lo contrario es nada, algo efímero, un desahogo vano condenado de antemano al absurdo y el oprobio, también al mucho aburrimiento, un mero y mecánico, finalmente melancólico intercambio de fluidos humanos.
El problema no es la infidelidad, a todo el mundo le hubiera parecido estupendamente eso, los cuernos de Karenin, a él mismo con más ahínco que a ninguno, de hecho, se lo da a entender de todas las maneras posibles a ella, pero nada, es terca y necia la puñetera, como una mula, pero al resto igual, vemos al hermano de Vronski con una amante casada que se lo toma todo a guasa, la madre de Vronski le dice que la aventura de un joven prometedor con una casada es lo más trivial y tedioso del mundo como rito de paso necesario y que hasta da cierto prestigio, o el hermano de Ana lo mismo, una detrás de otra y no pasa nada porque no pretende irse de casa ni vivir apasionada y libremente sus líos de faldas, sabe que no tienen la más mínima importancia, que lo que cuenta realmente es lo de casa, lo que se lleva su dinero y su tiempo mayormente, su alegría y su pena si las hubiera, hasta en la última salida de la pareja una lo expresa con mayor claridad todavía, con más precisión si cabe, a mí no me importa que sea una criminal, dice, lo que sí que no puedo perdonar o aceptar es que no respete las reglas, es decir, la tribu está dispuesta a aceptar perfectamente cualquier aberración, inmoralidad, barbarie o crimen nefando si conviene (no es conveniente le dice Law, pues eso, folla con Vronski si quieres o te apetece, pero con discreción por lo menos, vuelve a casa por las noches y disimula un poco, haz, por favor, ese pequeño esfuerzo) a su gente o si por lo menos no daña sus intereses, da igual lo que se haga, por muy espantoso que sea, pero lo que no se puede permitir es que se trasgredan las normas que ese grupo se ha dado a sí mismo con el único fin de intentar mantener toda su fuerza y poder (pensar en "La Regenta" o "La edad de la inocencia" parece obvio a este respecto). Lo que no entiende o no quiere o no puede entender Ana es que no se puede tener todo a la vez (es como un tren sin frenos, es consciente, tiene muchos momentos de lucidez, sabe que la única manera de salvarse de la tentación es caer de bruces en ella, que diría el tito Óscar, y así hace una y otra vez la condenada hasta el morrocotudo final que rima hábilmente con el principio), no respetar al clan al que perteneces dándote todos los gustos y saltándote todas sus leyes y a la vez querer mantener intactos todos tus privilegios. Pues no. El problema no fueron los cuernos, lo malo fue lo siguiente, todo lo demás, el, digámoslo así, deseo de vivir en la verdad, sin hipocresía ni fingimiento ninguno, a tumba abierta, sin todo el horrible esfuerzo que supone mantener la comedia, sin tragar esa bilis, es en ese sentido como una mimada niña pequeña sin disciplina, lo erróneo fue la necesidad de humillar en privado y, sobre todo, en público al marido, sin querer renunciar al prestigio, posición o dinero que él aportaba, lo mismo que esa actitud kamikaze, como se ve claramente por la reacción de ellas, supone una clara amenaza para el resto, especialmente para las mujeres, que sienten tambalearse el statu quo, ya que indirectamente pone en peligro con su errático comportamiento el supuesto decoro de las otras, ya que supone un contraste insoslayable que denuncia el juego de las demás y de ese modo complica que puedan seguir con sus amantes tan tranquilamente, si los hubiera, o incluso temen que pueda llegar a dar alas a sus maridos o posibles parejas y que de ese modo las abandonen descaradamente por otras más apetitosas, que les dé por imitarla y sientan que todo el monte es orégano y así todo se venga abajo, sin mantener las más mínimas formas, por eso la desprecian incluso con más ira y descaro que ellos, por el miedo cerval que sienten a que explote todo por los aires y se lleve por delante todo su bienestar de clase, todos sus vicios privados y virtudes públicas.
Deliciosa versión del clasicazo ruso. Ligera, hermosa, juguetona, tontorrona.
Desacraliza y se divierte, tantea y corrompe, es un acercamiento tan inteligente como libre; es sana una mirada irreverente cuando hablamos de obras demasiado visitadas.
Teatraliza, la vida como un inmenso vodevil o enorme cabaret de lujo o teatro de variedades, llena de puertas que se abren a otra dimensión y cierran a cal y canto la ilusión, de decorados, equívocos y muchas interpretaciones.
El amor, como todo lo demás, es muy especialmente un contrato social, solo tiene sentido dentro de la comunidad, si asume y respeta las reglas del juego o grupo, de lo contrario es nada, algo efímero, un desahogo vano condenado de antemano al absurdo y el oprobio, también al mucho aburrimiento, un mero y mecánico, finalmente melancólico intercambio de fluidos humanos.
El problema no es la infidelidad, a todo el mundo le hubiera parecido estupendamente eso, los cuernos de Karenin, a él mismo con más ahínco que a ninguno, de hecho, se lo da a entender de todas las maneras posibles a ella, pero nada, es terca y necia la puñetera, como una mula, pero al resto igual, vemos al hermano de Vronski con una amante casada que se lo toma todo a guasa, la madre de Vronski le dice que la aventura de un joven prometedor con una casada es lo más trivial y tedioso del mundo como rito de paso necesario y que hasta da cierto prestigio, o el hermano de Ana lo mismo, una detrás de otra y no pasa nada porque no pretende irse de casa ni vivir apasionada y libremente sus líos de faldas, sabe que no tienen la más mínima importancia, que lo que cuenta realmente es lo de casa, lo que se lleva su dinero y su tiempo mayormente, su alegría y su pena si las hubiera, hasta en la última salida de la pareja una lo expresa con mayor claridad todavía, con más precisión si cabe, a mí no me importa que sea una criminal, dice, lo que sí que no puedo perdonar o aceptar es que no respete las reglas, es decir, la tribu está dispuesta a aceptar perfectamente cualquier aberración, inmoralidad, barbarie o crimen nefando si conviene (no es conveniente le dice Law, pues eso, folla con Vronski si quieres o te apetece, pero con discreción por lo menos, vuelve a casa por las noches y disimula un poco, haz, por favor, ese pequeño esfuerzo) a su gente o si por lo menos no daña sus intereses, da igual lo que se haga, por muy espantoso que sea, pero lo que no se puede permitir es que se trasgredan las normas que ese grupo se ha dado a sí mismo con el único fin de intentar mantener toda su fuerza y poder (pensar en "La Regenta" o "La edad de la inocencia" parece obvio a este respecto). Lo que no entiende o no quiere o no puede entender Ana es que no se puede tener todo a la vez (es como un tren sin frenos, es consciente, tiene muchos momentos de lucidez, sabe que la única manera de salvarse de la tentación es caer de bruces en ella, que diría el tito Óscar, y así hace una y otra vez la condenada hasta el morrocotudo final que rima hábilmente con el principio), no respetar al clan al que perteneces dándote todos los gustos y saltándote todas sus leyes y a la vez querer mantener intactos todos tus privilegios. Pues no. El problema no fueron los cuernos, lo malo fue lo siguiente, todo lo demás, el, digámoslo así, deseo de vivir en la verdad, sin hipocresía ni fingimiento ninguno, a tumba abierta, sin todo el horrible esfuerzo que supone mantener la comedia, sin tragar esa bilis, es en ese sentido como una mimada niña pequeña sin disciplina, lo erróneo fue la necesidad de humillar en privado y, sobre todo, en público al marido, sin querer renunciar al prestigio, posición o dinero que él aportaba, lo mismo que esa actitud kamikaze, como se ve claramente por la reacción de ellas, supone una clara amenaza para el resto, especialmente para las mujeres, que sienten tambalearse el statu quo, ya que indirectamente pone en peligro con su errático comportamiento el supuesto decoro de las otras, ya que supone un contraste insoslayable que denuncia el juego de las demás y de ese modo complica que puedan seguir con sus amantes tan tranquilamente, si los hubiera, o incluso temen que pueda llegar a dar alas a sus maridos o posibles parejas y que de ese modo las abandonen descaradamente por otras más apetitosas, que les dé por imitarla y sientan que todo el monte es orégano y así todo se venga abajo, sin mantener las más mínimas formas, por eso la desprecian incluso con más ira y descaro que ellos, por el miedo cerval que sienten a que explote todo por los aires y se lleve por delante todo su bienestar de clase, todos sus vicios privados y virtudes públicas.
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Spoiler:
Es una historia tan rica que se puede abordar desde muchos puntos de vista diferentes, hay muchos temas y sus opuestos, muchas situaciones o posibilidades observadas desde distintos ángulos, pero el asunto principal, además del amor como origen y motor de todo, es la pareja, la consecuencia inevitable del deseo amoroso, y hay cuatro, Karenin y Ana, Oblonski y su mujer, Vronski y Ana y Levin y Kitty; el amor seco, muerto, aburrido, ya imposible, se casaron muy jóvenes, tuvieron un hijo y ya no queda nada más que obligación y rutina, cárcel para una mujer sensible que se siente atrapada al compartir su vida con un ser tan frío y sistemático, tan burocrático, al tener todo el tiempo del mundo y no saber qué hacer con él y al tener mucha energía y no saber cómo gastarla; el amor convencional lleno de hijos (Oblonski es un lelo, un egoísta, un tipo corriente y un pillo; su mujer igual, pero en la versión femenina, más agradable y sólida y pragmática); el que trasgrede y no tiene sitio (Vronski es un niño bonito, aquí insustancial y vanidoso, su atractivo reside en lo contrario de su marido, en su ligereza, en que, en verdad, solo es un objeto bello del que se disfruta un tiempo); y el amor ideal, bueno, puro, que se ha redimido y elevado en el dolor previo (Levin es el hombre de raíz, el idealista, el de principios, un absolutista, pero sin ínfulas ni dogmatismo, sencillo y humilde, Kitty aprende la lección, comprende el sentido de la vida, justo lo contrario que Ana, se da cuenta de que un Karenin o un Levin no son algo despreciable, pese a su poco brillo o falta de vuelo o atractivo, ya que son leales y constantes, de fiar, dan seguridad y cobijo cuando más hace frío, son algo muy aprovechable, la vida no son fuegos artificiales, sino un leve fuego muy tenue, casi apagado, y hay que dejarse el alma para que siga dando un poco de calor por lo menos).
Ni se juzga ni se salva o condena a los personajes, se les observa, comprende y muestra, ni hay buenos ni malos ni moral de pacotilla.
También se habla del contraste entre el campo y la ciudad, entre lo esencial y Babel o Babilonia, la buena Naturaleza versus la corrupta civilización. Y, más de pasada, como contexto de fondo, la liberación del campesinado ruso o emancipación de los siervos de 1861, cambio de tiempo (Tolstoi y sus preocupaciones sociales en todo su apogeo, gran señor de enormes arrebatos filantrópicos o caritativos, de amor al prójimo y mucha caridad cristiana cuando por ahí le daba, de gran entrega al otro y mucha renuncia), el contraste entre el mundo antiguo o feudal, que se estaba cayendo a pedazos, y el nuevo que ya anunciaba su definitiva llegada a galope recio representado por ese hermano moribundo que "salva" a una puta, gran tabú entre los de su clase, y que expresa las nuevas ideas revolucionarias e igualitarias. A todo se le saca punta y chispa y gracia.
Brillante dirección, férreo guion, a pesar de su apariencia superficial o botarate es bastante fiel al original en lo esencial, y buenas interpretaciones; aunque tal vez los actores elegidos tengan poco peso, sean demasiado juveniles o pueriles o chorlitos (sobre todo Vronski), risueños y bisoños, en comparación con los personajes en los que están basados.
O pecas y pagas por ello el más alto precio o no lo haces y te arrepientes toda la vida de tu cobarde miedo. Callejón sin salida que la película plantea desde el principio por boca de sus personajes.
La película, como el libro, está recorrida por un romántico fatalismo; supone una mirada implacable sobre la vida, ella es una persona que no encaja y que acaba quedando lógicamente desgajada, un tornillo que salta o se suelta, que detiene por un momento la marcha de los demás, piedra en el zapato, engorro o maldito embrollo, hasta que finalmente se hace a un lado para que así se pueda restablecer la paz, el equilibrio seriamente perturbado y pasajeramente roto, para que el reloj pueda seguir dando las horas según lo eternamente previsible y acordado.
Ni se juzga ni se salva o condena a los personajes, se les observa, comprende y muestra, ni hay buenos ni malos ni moral de pacotilla.
También se habla del contraste entre el campo y la ciudad, entre lo esencial y Babel o Babilonia, la buena Naturaleza versus la corrupta civilización. Y, más de pasada, como contexto de fondo, la liberación del campesinado ruso o emancipación de los siervos de 1861, cambio de tiempo (Tolstoi y sus preocupaciones sociales en todo su apogeo, gran señor de enormes arrebatos filantrópicos o caritativos, de amor al prójimo y mucha caridad cristiana cuando por ahí le daba, de gran entrega al otro y mucha renuncia), el contraste entre el mundo antiguo o feudal, que se estaba cayendo a pedazos, y el nuevo que ya anunciaba su definitiva llegada a galope recio representado por ese hermano moribundo que "salva" a una puta, gran tabú entre los de su clase, y que expresa las nuevas ideas revolucionarias e igualitarias. A todo se le saca punta y chispa y gracia.
Brillante dirección, férreo guion, a pesar de su apariencia superficial o botarate es bastante fiel al original en lo esencial, y buenas interpretaciones; aunque tal vez los actores elegidos tengan poco peso, sean demasiado juveniles o pueriles o chorlitos (sobre todo Vronski), risueños y bisoños, en comparación con los personajes en los que están basados.
O pecas y pagas por ello el más alto precio o no lo haces y te arrepientes toda la vida de tu cobarde miedo. Callejón sin salida que la película plantea desde el principio por boca de sus personajes.
La película, como el libro, está recorrida por un romántico fatalismo; supone una mirada implacable sobre la vida, ella es una persona que no encaja y que acaba quedando lógicamente desgajada, un tornillo que salta o se suelta, que detiene por un momento la marcha de los demás, piedra en el zapato, engorro o maldito embrollo, hasta que finalmente se hace a un lado para que así se pueda restablecer la paz, el equilibrio seriamente perturbado y pasajeramente roto, para que el reloj pueda seguir dando las horas según lo eternamente previsible y acordado.