Mansa, convencional visión de unos hechos tumultuosos y avinagrados.
Un hiperrealismo tan transparente que ciega.
Se pasa el rato entretenido y hay corrección y una honradez general, un buen oficio para contar una historia interesante, pero todo es muy romo y consabido, demasiado bienintencionado; parece más una charla didáctica que una cosa de arte, más un sermón aguado que una obra compleja. Y tiene varios problemas habituales en estos casos, a saber:
- Una explicación constante y excesivamente explícita de todos los sucedidos; nada queda insinuado o es ambiguo, al contrario, todo está sobreexpuesto, muy masticado y a la luz.
- Una falta de verosimilitud alarmante. Es una representación de la realidad tan amañada y reblandecida, tan guionizada y conducida, tan de cascada causa-efecto, que dificulta creerte algo y que la acerca a una especie de teatro primario o televisión básica.
- Algunas malas interpretaciones. Los chicuelos sin alma recitan como si estuvieran dormidos. Para compensar está la Verdú, guapa y sobrada de oficio y eficacia, siempre ajustada y acertada, a pesar de su personaje ¿imposible?
Pues eso, simpáticas hechuras, amabilidad a carta cabal y buen hacer general en un producto tremendamente anodino, sin ninguna personalidad, átono y previsible.