Farhadi deja huella desde el primer minuto, abre con un escenario sobrecogedor e hipnotizante, el sonido enloquecedor del tic-tac del reloj y el revuelo de unos pájaros, parece incluso claustrofóbico. A continuación cambio de plano: reencuentro familiar y con ello se suceden los recuerdos y reaparecen las rencillas. Todos lo saben pero deciden acallar esas voces, toca celebrar, se sienten vivos, unidos, y por un momento no sienten el paso del tiempo respirando sobre su nuca. Es aquí y ahora. Pero todo se apaga, y con ello sobreviene la tragedia.

No me voy a centrar en la trama, a estas alturas no creo que haga falta. No es una historia original, no nos cuenta nada nuevo, pero tampoco hace falta, porque no busca eso. Me llama especialmente la atención como el director persa, se ha impregnado de la atmósfera española y ha conseguido plasmarla a la perfección, sin caer en lo fácil, los clichés. El punto más destacable de la cinta son, sin duda, los actores. Sin embargo muchos están, a mi juicio, desaprovechados, ajustados a un guión un tanto plano. Consiguiendo despuntar principalmente Javier Bardem, desbordando con naturalidad y manteniendo la química con el espectador en todo momento.

Finalmente todo se cierra con Mariana (Elvira Mínguez) y Fernando (Eduard Fernández) manteniendo una conversación que no podemos escuchar, mientras el tiempo sigue corriendo y la vida sigue su curso. Para ellos algo ha cambiado, y en su mano está que todo dé un vuelco o bien el secreto sea enterrado, una vez más. Sin embargo están en la plaza del pueblo, ¿y si todos lo saben?