Básicamente, El espanta-tiburones, no era más que una representación alocada, pomposa y con colorantes artificiales de tantas tomas fotográficas, sobre como aprender a hacer una película elaborada sin llegar a marearse. Pero más allá que se desarrolle en las profundidades del mar. Cuenta con personajes sufribles, enfermizos, nerviosos y con lenguajes casi aguachentos, lo cual nos produce tantos dolores de cabeza.
Pero de repente los pececillos con la magia del cefalea se vuelven millonarios del humor, la fiesta y la compasión, incluyendo Don Lino y la preciosa de Lola cuando tratan aludir a la energía abierta y libre. Desde esa pelea borrascosa que se libra entre Benny y Óscar, sabía que esa esencia se debe aplicar en escenas cuando realmente admitamos podemos ser héroes algún día y merezcamos respeto no por músculos sino por cabeza.
Ha sido lo más ingenioso y coqueto que vi, algo colorida pero el dinamismo era difícil de digerir.

Quizá una de las pocas películas comparadas con la comida rápida: "Degusta cuando tengas ganas y de vez en cuando